La ocupación más vocacional de dos mujeres del área de Vigo

Pastora dejó su trabajo como monitora de encaje de bolillos tras llegar al límite al cuidar de su madre y su marido.
photo_camera Pastora dejó su trabajo como monitora de encaje de bolillos tras llegar al límite al cuidar de su madre y su marido.

Maruxa y Pastora, una por convicción y otra por circunstancias de la vida, se convirtieron en cuidadoras a tiempo completo

Si hay una ocupación que es vocacional por antonomasia, esa es la de cuidador. Bien sea circunstancial porque un familiar necesita cuidados o para ganarse la vida, la atención y el cariño que se requieren para llevarlo a cabo han de ser sinceras. Pastora y Maruxa, dos mujeres del área de Vigo, son el claro ejemplo de estas dos facetas. 

Para Pastora, que cuida de su madre de 95 años con problemas de visión turnándose con su hermana, esta situación “me cambió la vida de forma radical”. Además, durante una temporada tuvo que compaginarlo con cuidar de su marido, que cayó gravemente enfermo y eventualmente falleció, una situación que la llevó al límite, tanto que llegó a estar ingresada

Así, Pastora sacrifica prácticamente todo su tiempo durante siete días –se alterna semanalmente con su hermana– para cuidar de su madre: “Cuando estoy con ella tengo que estar todo el tiempo pendiente. Personas dependientes como ella necesitan de ti constantemente”, explica. Además, en su caso, como está sola en casa, tiene que tenerlo todo muy bien planificado y organizado durante la semana que tiene a su madre porque no puede dejarla sola “ni siquiera para atender pequeños recados”.

Tiene que organizar, por lo tanto, su tiempo alrededor de esos siete días en los que la cuida su hermana. “Sin ella todo sería mucho más complicado”, admite Pastora, que pasó por un momento muy complicado cuando su marido falleció, justo antes del confinamiento, el cual pasó cuidando a su madre y tratando de recuperarse de un golpe emocional que a día de hoy aún le afecta. “Tuve que dejar de dar clase de encaje de bolillos porque de repente, no podía recordar nada de lo que hacía”, confiesa. Ahora, en su semana libre, ha comenzado a palillar con un pequeño grupo que le distrae de todas estas complicaciones por las que ha pasado. “Intenté salir del bache poco a poco, sin tomar medicación, y creo que hasta ahora lo he conseguido”, indica Pastora, que no pierde el optimismo.

Pura vocación

Maruxa estudió diseño de joyas y trabajó en ello regentando una tienda durante varios años, pero cuando un familiar suyo necesitó cuidados y ella se tuvo que ocupar de dárselos, tuvo claro que quería dedicarse a esto. “Lo mío fue vocación tardía”, asegura, “tiene que gustarte mucho lo que haces porque trabajas con personas, no son máquinas y no es un trabajo que puedas mecanizar”. Así, decidió formarse y a día de hoy trabaja de técnica en cuidados auxiliares de enfermería para Afaga, en el servicio de atención a domicilio. “Es un trabajo bonito, pero trabajas sola”, apunta, y matiza: “Estamos muy encasilladas en que el trabajo de cuidadora es asear, dar de comer y limpiar, pero es mucho más que eso. Puede ir de dar paseos o ir al médico a simplemente charlar con ellas o acompañar a estas personas para que las familias puedan tener un respiro”.

Cuenta Maruxa que, con cada usuaria –la gran mayoría de sus pacientes son mujeres–, por su forma de ser, “pongo una barrera” para evitar ser “especialmente cariñosa”, ya que es un trabajo que implica que “cualquier día pueden fallecer, ir al hospital y no volver”, y es muy duro si se involucra demasiado. Lo cual no quita que “recuerdo a todas y les tengo mucho cariño, cada una es especial para mí y cuando necesitan un abrazo o un cariño se lo doy”.  Por eso, cuando tiene momentos malos, “hay que hacer el trabajo igual” y busca apoyo en sus compañeras de Afaga.

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