Artesanos mantienen viva la cestería de hoja de maíz desde Vigo

Esther Rodríguez elaborando una de sus piezas en una feria.
photo_camera Esther Rodríguez elaborando una de sus piezas en una feria.
Esther Rodríguez trata de documentar todo el saber popular que existe en Galicia sobre esta modalidad para publicar un libro

Esther Rodríguez es de las pocas artesanas que mantienen viva en Galicia la tradición de la cestería de “follato do millo” y que impulsa un proyecto para recoger todos los conocimientos que existen sobre esta modalidad.

La hoja de este cereal es su materia prima y para conseguir los colores que necesita cuenta con ayuda de personas que siembran en su aldea el maíz reina (con rayas) y el maíz rey (hojas oscuras), además del amarillo de toda la vida. 

Es una cestería muy antigua y muy desconocida. Se hacía más bien en casa y para elaborar piezas pequeñas, porque es la más lenta que hay, es giro sobre giro, no era para vender. Las otras cesterías perduraron más porque en una tarde hacías un cesto que cumplía un montón de funciones”, explica Esther, que nació en Tomiño pero vive en Gondomar. De la cestería de maíz salían piezas como un cesto para huevos, un cojín o rulo para sentarse en el suelo a la puerta de casa y felpudos o esteirones de distintas formas.

Su máximo interés es mantener viva en esta tradición. Acude a ferias y a los centros culturales de toda Galicia que le piden cursos específicos. “Hay gente mayor que recuerda estas cosas y hay gente joven interesada, ojalá hubiese un relevo”.

A mayores, inició un proyecto para recopilar la memoria sobre esta artesanía con el cestero Rubén Berto Covelo, que tenía taller en Sárdoma y que falleció el año pasado. Ahora sigue adelante en solitario. Su trabajo consiste en documentar, en hablar con personas que saben hacer estos cestos, para finalmente publicar un libro. Apunta también que un cestero de Segovia, Carlos Fontales, había escrito un libro sobre las cesterías gallegas pero faltaba la de maíz. “Me dijo que sabía de ella pero que no conocía a nadie que la hiciese”.

Ella empezó haciendo un sencillo cesto para llevar huevos y ahora hace lámparas, sombreros, bolsos, alfombras y todo tipo de objetos. “Me enseñó una tía de mi marido, ella no le daba importancia a lo que hacía porque antiguamente a la gente no le parecía un arte”, explica.

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