Dos magnates sabios

Publicado: 13 may 2025 - 02:40

Es difícil encontrar entre los ahorradores y pequeños inversores, alguien que no haya oído hablar de Warren Buffett, el magnate de 94 años que ha anunciado su retirada para finales de año. Una jubilación, parcial, sobre la que se han hecho continuas cábalas durante al menos las tres últimas décadas. Mientras tanto, el oráculo de Omaha ha seguido impertérrito cuidando de sus inversiones y de los ahorros de quienes confían en su sagacidad y buen criterio. De hecho, las inversiones de Berkshire Hathaway, empresa desde donde realiza las operaciones, se han caracterizado por dos aspectos clave: la búsqueda de acciones en empresas bien gestionadas, con buenos resultados constantes, pero poco capitalizadas en las bolsas y, segundo, por invertir para el largo plazo.

En las juntas de accionistas que celebra la empresa, a las que asisten miles de personas, desde directivos de sociedades participadas a pequeños ahorradores, se entrega a los asistentes un informe de la marcha de las inversiones, letra y números apretados, sin ilustraciones. Sobriedad y austeridad en quien ha acumulado un músculo inversor que deja en calderilla el presupuesto de muchos Estados y que ha evitado opinar directamente sobre cuestiones políticas, aunque no a actuar en consecuencia. Así, durante los últimos meses anteriores a la llegada de Trump a su segunda presidencia, Berkshire Hathaway ha preferido deshacer posiciones y generar liquidez hasta acumular, a 31 de marzo pasado, la friolera de 347.771 millones de dólares en caja y títulos del Tesoro a corto plazo. Una poderosa palanca que Buffett o su sucesor, Greg Abel, activarán en cuanto olisqueen una nueva oportunidad.

Otro magnate, también veterano, pero más cercano y ya con la sucesión hace tiempo resuelta en una de sus hijas, Amancio Ortega (1936), celebra el medio siglo de su primera tienda con la enseña Zara. Un imperio al que, por pereza, tendemos a describir a partir de una bata de boatiné. Pereza es precisamente la que no tuvo Ortega para pensar varias ideas a cual más brillante. Por ejemplo, a no conformarse con mantener una tienda en una ciudad de provincias, sino a crecer, primero en el noroeste peninsular y ya sin solución de continuidad, por todo el mundo. Por ejemplo, a asegurarse proveedores capaces de surtirle sin límite la materia prima, los textiles necesarios. Y tercero, a crear moda que debe ser testada de inmediato por los clientes en las tiendas. Se produce lo que se vende, y nada más.

De Ortega, de Zara y de Inditex se ha escrito mucho, pero no todavía lo suficiente o lo debido para que, sobre todo en Galicia, hayamos tomado la conciencia precisa de este fenómeno económico, laboral, logístico, innovador y multiplicador de impactos favorables en nuestro pequeño país.

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