Coronando Baiona se encuentra la Serra da Groba, un macizo montañoso que cada vez gana más adeptos por su riqueza natural, etnográfica y paisajística. A 662 metros de altura se encuentra su pico más alto y poca distancia de este el mirador de O Cortelliño, cuyas vistas incitan a viajar sin moverse del sitio, estimulan los sentidos y ayudan a entender por qué la zona del Val Miñor es una de las favoritas del sur de la provincia.
Desde este punto se puede observar la bahía de Baiona, el estuario de A Foz, Monteferro, Playa América, Monteferro, las islas de As Estelas, Toralla o las Cíes. Pero la panorámica no termina aquí, en los días más claros afinando un poco la vista se puede llegar a alcanzar las Rías de Pontevedra y Arousa, algo excepcional si se tiene en cuenta que a nivel del mar la distancia hasta el horizonte es de 42 kilómetros y aquí la separación máxima es de 50. Aunque fue reacondicionado en 2015, este enclave cuenta con un refugio de cazadores que data de 1956 en estado ruinoso con sus barbacoas de granito todavía en pie, además de un merendero o un depósito de agua de reciente construcción. También hay una peña tallada por “O Ferreiro” y dedicada a Berto “O Muíños”.
A lo largo y ancho de sus 50 kilómetros cuadrados abundan caballos salvajes, que según recogen los archivos históricos ya poblaban la zona cuando Martín Alonso Pinzón, el 1 de marzo de 1493, llegó a puerto con la noticia del Descubrimiento. Pero también vacas de raza Vianesa caracterizadas por sus grandes cuernos. El catálogo lo completan, entre otros, raposos, conejos, jabalíes o reptiles. Las masas vegetales bajas se componen principalmente de tojo y brezo y las de tipo arbóreo de robles, castaños, sauces o loureiros además de otras invasoras como el eucalipto.
Los paisajes se caracterizan por las vistas al atlántico pero también al interior, y cuenta con múltiples pistas de tierra, aunque los amantes del senderismo se inclinan por la denominada GR58 de más de 200 kilómetros de largo y que discurre en parte desde Belesar a Baiona.