ENTREVISTA | MEDALLA DE PLATA EN TOKIO

Germade: “Veía el oro, pero los alemanes fueron mejores, no hay más”

Rodrigo Germade, con la medalla de plata obtenida en Tokio y su hija.

R.G.
photo_camera Rodrigo Germade, con la medalla de plata obtenida en Tokio y su hija. // R.G.

Rodrigo Germade (Cangas, 23 de agosto de 1990) obtuvo en los Juegos Olímpicos de Tokio la plata con el barco K4 500 metros en una final en la que rozó el oro, que finalmente se llevó el potente bote alemán. En todo caso, el morracense culmina con una presea olímpica más de una década en kayaks de cuatro componentes. 

¿Cómo se encuentra?

Para mí es una satisfacción muy grande. Conseguir una medalla olímpica es algo que soñamos todos los deportistas que entrenamos para esto. Soy muy afortunado por poder alcanzarla. Llego a ella tras muchos años de trabajo.  Y también es una recompensa.

Es mucho tiempo en la selección y, antes, de joven, recuerdo que Manuel Fernández Valladares me metió el gusanillo de esto y me decía: “Tú vales para el piragüismo”. Había días en que, junto a otros palistas de Cangas, salíamos de casa a la mañana y volvíamos de noche para ir a entrenar a O Grove con él. Gracias a eso puedo ser profesional y ahora conseguir una medalla en los Juegos. 

¿Qué recuerda de la final?

Lo que más recuerdo es el momento justo antes de salir, que estábamos allí en la línea y sentía que íbamos a ganar y lo visualizaba: vamos a ganar seguro. Y parecía que iba a ser así durante casi toda la carrera salvo en los últimos 50 metros, en los que vimos que Alemania metía la proa y fui consciente de que nos la estaban liando otra vez. 

¿Vio el oro cerca?

La verdad es que no contaba con que tuviesen tanto cambio.  Tuvieron un plus más y les sirvió para ganar el oro. Nosotros somos un barco más rápido y nos hubiese beneficiado una prueba más veloz. Pero esto es piragüismo y, en el deporte al aire libre, influye mucho el tiempo.

En la semifinal, ellos disputaron la primera, en la que las condiciones fueron buenas y, a continuación, un cuarto de hora después, se levantó un vendaval de lado enorme. Pasó como una tormenta y en cinco o diez minutos se puso aquello feo, feo. Atrás casi no era capaz de mantener recto el barco y Saúl tenía problemas para llevar el timón.

Ganamos, pero de forma apurada. Pasó rápido y para la final quedó con viento de cara, que se calmó a los diez minutos de terminar. No estuvo en calma en todos los Juegos y se quedó como un plato al terminar el piragüismo.  Se modificaban las condiciones de un día para otro e, incluso, en el mismo día en función de la hora. 

Terminaron segundos, pero se les veía vacíos. 

Por eso no fastidia tanto el resultado. Dimos todo lo que había y no pudimos dar más. Nosotros hicimos lo que teníamos que hacer y fueron mejores. Alemania tuvo un plus más y nos pasaron, no hay más. La diferencia con el resto de tripulaciones fue de un segundo, que eso es un mundo. Pero, al empezar, sí que me veía con claras opciones, notaba que íbamos a ganar. 

¿De quién se acordó  en el podio?

Sobre todo, de la familia. Fue mucho tiempo en Japón, casi un mes, y se hace duro. También todo lo pasado y vivido para llegar hasta ahí lo fui recordando. Este último año resultó muy duro, puede que demasiado. Estoy contento porque hemos hecho frente a las adversidades bastante bien  como equipo y creo que el papel es bueno. 

¿Cómo le afectó  los problemas con Cristian Toro y Carlos Arévalo cuando abandonaron el selectivo interno denunciando un boicot?

Llevo 10 o 11 años metido en diversos K4 y duelen ciertas cosas. También hay que hacer frente a eso y ser duro y ya está. Y pasando procesos de selección cada año o varias veces al año. La gente tiende mucho a hablar y dicen: ¿Por qué no se le gana a los alemanes? Si quitas a este y pones al otro…

El barco alemán es tremendo, y el nuestro también. Las cosas no van así, hablar desde fuera es fácil pero luego hay que ir al agua y hacerlo. El rival era tremendo. Dos de esos palistas que nos ganaron ahora estaban en el K4 de Río, que nos metió un chorizo en la final al resto. Eran ellos y después los demás. Los otros dos estaban en el K2 200. Llevaban un montón de tiempo juntos y su nivel es extraordinario. 

Y, en este contexto, hay gente que despreció  la importancia de la sincronización del equipo. 

El K4 de Hungría estaba formado por el campeón olímpico de K1 200, el cuarto y otro que finalizó cuarto en K2 1.000 con el cuarto palista que tiene el récord olímpico en el kilómetro. En teoría era un barcazo, pero no rindió. Los lituanos, igual, que tenían a algunos de los que más rápido arrancan del mundo.

Sin embargo, nosotros salíamos por delante de ellos. No todo es tener individualidades en un bote de equipo. Hay que poseer un nivel, pero no es meter a los que mejor van en K1 y para adentro. Eso no es así y quedó demostrado, a lo largo de la historia, una y otra vez. 

¿Cómo se cuidó  para estar todos estos meses al máximo? 

Tenemos todos los detalles controlados y pasé un par de achaques. Tuve una pequeña rotura en el tendón supraespinoso, con pinchazos de antiinflamatorios, y también una tendiditis en el codo, que llevo tiempo arrastrándola. Y que no vaya a más.

Cuanta más presión o estrés tengo, peor me va porque, por la noche, despierto con dolor. Por suerte, sólo era de noche, pero ahí está. El cuerpo termina por pagar el trabajo porque hemos entrenado como bestias.  Una barbaridad. En esta época y junto a la previa de Río, fueron los meses más duros a nivel de entrenos. 

¿Le hizo falta apoyo psicológico?

En mi caso, el apoyo psicológico que tuve fue mi pareja, que le venía a echar las lloradas a casa, y mis compañeros, que me apoyé mucho en ellos. No estamos acostumbrados a otro apoyo mental, pero sí hay gente que tiene esa ayuda y es positiva. No es mi caso, que tengo una relación con los compañeros casi de hermanos. Especialmente con Marcus Cooper, con el que llevo muchos años remando. Y ya nos conocemos mucho. 

¿Notó la diferencia con un Campeonato del Mundo?

Cambia por el ambiente externo, todo lo que es la villa olímpica y lo que sucede ahí. Pero lo que es la competición no varía tanto, es bastante parecido a un Mundial. Eso sí, la presión sí que se nota que es superior y hay que saberla llevar.

Si fallas un año, en el Mundial, el año siguiente hay otro. Y unos Juegos son más importantes que el  Mundial y sólo se disputan una vez cada cuatro años, que fueron cinco para Tokio. Una medalla olímpica tiene más transcendencia y repercusión. Todo eso está ahí, en el subconsciente, y es una presión añadida.  Lo importante es verlo de forma natural y no pensar demasiado en ello porque, si lo haces, entras en un bucle negativo. Hay que desdramatizar un poco.

 Después, a nivel deportivo, siempre aparece gente conla que no cuentas durante el ciclo olímpico. El principal caso fue el K2 1.000 australiano, que nadie contaba con ellos y llegaron allí en un gran estado de forma y ganaron el oro. Y afrontaban la prueba como el segundo barco del país. Pasan más estas cosas en los Juegos que en un Mundial. Siempre hay alguna sorpresa por el tiempo de preparación, que es de años. 

¿Piensa en las vacaciones o todavía no terminó  la campaña?

Ahora voy a intentar aprovechar el estado de forma para ir con Marcus Cooper al Mundial en K2 500 (nueva distancia olímpica en París 2024). Igual no somos conscientes del nivel que tenemos y queremos hacer el selectivo para clasificarnos. El Campeonato del Mundo es una competición en la que disfrutamos mucho y queremos ir. Por un mes más de entrenar, podemos llegar allí y hacer un buen papel. 

Viene de una plata olímpica y hay que hacer un selectivo, que esto no es sencillo. 

Cooper y yo somos uno de los mejores K2 500 del mundo y hay que ir al selectivo. Es algo normal porque existe otra gente que lo está preparando y también debe tener la opción de meterse. Tenemos que ir allí y tratar de ganar la plaza. Si no lo hacemos, el que lo consiga que lo haga lo mejor posible.

Te puede interesar
Más en Tokio 2020