Un evento excepcional

Juan Caicedo, Frank Casañas y Mauricio Ortega, en el estadio olímpico de Tokio.
photo_camera Juan Caicedo, Frank Casañas y Mauricio Ortega, en el estadio olímpico de Tokio.
José Ignacio Prades, con la selección de balonmano, y Frank Casañas, entrenador de lanzamiento de disco, vivieron los Juegos de Tokio desde una segunda línea 

Los Juegos Olímpicos son un evento único. Excepcional por nivel competitivo, dificultad para alcanzarlo y también por ambiente. Además, en el caso de los vividos en Tokio, tuvieron el añadido de estar condicionados por una pandemia mundial, un covid 19 que dejó las gradas vacías. Aún así, José Ignacio Prades, entrenador del Guardés y segundo en la selección española de balonmano, y Frank Casañas, técnico de lanzamiento de disco afincado en Pontevedra, reconocieron que son “especiales". 

“La verdad, al salir para allí teníamos miedo de que las cosas fueran diferentes por la pandemia. Una vez en la villa olímpica vimos que se funcionaba con normalidad. Lo que es dentro de la villa olímpica, se vivió como una fiesta deportiva, pero sí que hubo cambios porque se hizo todo más al aire libre, sobre todo los aspectos de ocio. Es así lo único que varió y, para mí, resultó un éxito”, explica el técnico hispano-cubano. En su caso, acudió a Japón como entrenador del colombiano Mauricio Ortega, sexto en lanzamiento de disco, y del ecuatoriano Juan Caicedo, que no pasó la calificación.  “A Juan Caicedo no le salió del todo bien. Llegó con ilusión, pero estaba algo tocado del gemelo y no terminó de hacerlo bien. Además, con las restricciones antes de llegar a la villa, estuvimos dos semanas separados porque él iba por Ecuador y yo por Colombia. No nos podíamos ver por la organización y resultó clave. Hizo lo que pudo. El otro sí, Mauricio Ortega, entró en la final y fue sexto. Es un gran resultado y los dos son jóvenes”, relató Casañas sobre el resultado de sus deportistas. 

Dentro de la parcela deportiva, José Ignacio Prades, asistente de Carlos Viver en la selección española femenina, admite que “nos quedamos con las ganas de pasar a cuertos de final y de competir en el cruce para alcanzar las medallas. Sabíamos que el grupo era complejo, pero llegar a la tercera jornada con cuatro puntos parece que disparó las expectativas. Contra Hungría quizás hicimos el peor partido de todos y, ante Rusia, ya era muy complicado. Tuvimos pequeñas opciones, pero no las aprovechamos. Las dos finalistas salieron de nuestro grupo y una era Francia, a la que ganamos”. Prades relata que “a toro pasado, cambiábamos el triunfo ante Francia por el de Hungría, que fue el partido clave. Sabíamos que podía darse esa circunstancia y nos quedamos fuera con dos victorias". No ostante, el técnico también reconoce que “nos faltó regularidad. Tener una línea más fija, sin altibajos. Ante Hungría se vio mucho esto porque cometimos errores que te condenan”.

Casañas era un debutante con extraordinaria experiencia en Tokio porque acumulaba cinco Juegos Olímpicos a sus espaldas como atleta. “Fue el primero como entrenador. Lo que es una satisfacción porque tenía a dos deportistas, que era mi objetivo y pudimos meterlos”, relata. Eso sí, una vez allí, reconoce que  “pasé muchos más nervios como entrenador que cuando competía. En Doha, en el Mundial, ya lo viví con Mauricio Ortega y ahora fue un poco más. Estuve con dos atletas y tienes que preocuparte por cada uno de ellos. Al estar en la grada viendo lo que hacen, te sientes impotente. Quieres hacer algo, pero no puedes porque tú no estás ahí. Y también toman sus decisiones porque es su momento y hay que respetarlo. Es un problema y tengo que adaptarme a ese papel de entrenador”, admite Frank Casañas, pero también añade que “disfruté mucho y también aprendí, como lo hago todos los días. Tanto con estos lanzadores de élite como con los grupos de niños”. 

Ambos entrenadores admiten que unos Juegos Olímpicos son diferentes, tanto en lo puramente competitivo, como en lo externo. “Se nota que es diferente, vivir esa experiencia es muy grato y también la competición ya es distinta. La competencia es dura porque sólo son 12 selecciones”, señala Prades. Y, además, las jugadoras tienen una presión y una ilusión extra, ya que “es una competición única, que es cada cuatro años y, en esta ocasión, fueron cinco. Para algunas jugadoras era la última opción para estar en unos Juegos. No siempre se puede ir y es especial acudir a ella”, concluye el entrenador del Guardés. 

Y, entre restricciones, Casañas reconoce que “no fue tan diferente a otros Juegos en la villa olímpica”. Eso sí,  no se dio cuenta de que “el entrenador se ve algo discriminado. Los atletas tienen muchas cosas, pero los técnicos no tantas. Una de las anécdotas buenas es que, en los Juegos anteriores, yo aprovechaba para hacer un estudio de la vista y también de la planta de los pies porque es gratis . Pero esta vez, no. Llegué allí todo motivado y, nada, ya me dijeron que era solo para atletas”, señala con gracia. “Aun así, para mí fue un premio poder estar allí y disfrutarlos”, concluye. 

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