El cuarto no se deja llevar, sino que empuja: Rodrigo Germade

Carlos Arévalo y Rodrigo Germade, abrazados en el podio.
photo_camera Carlos Arévalo y Rodrigo Germade, abrazados en el podio.

Rodrigo no es que se deje llevar, sino que empuja. El mayor especialista español en barcos de equipo logró una medalla de plata en el K4 500, una embarcación que a lo largo de la historia ha medido la salud del piragüismo de un país. De ahí que la Federación Española apostase por un cuarteto de relumbrón en el que no podía faltar el de Cangas.

No es el palista cangués amigo de regalar palabras y sonrisas. El más serio de los cuatro componentes del barco es cumplidor en grado sumo, prácticamente infalible. La fuerza de un ciclón en la cola del barco que impulsa a sus compañeros hacia la meta con seriedad. Rodrigo hace su trabajo porque sabe cómo hacerlo y porque ha empleado multitud de horas en pefeccionarlo.  Siempre, o casi siempre, con alguien al lado. Haciendo equipo en una disciplina individual por definición. Aunque el morracense se rebela contra tal realidad.

Por eso, porque se implica, sintió como un dolor físico cuando se puso en duda la idoneidad del cuarteto para representar a España en los Juegos. Porque intuía las miradas sobre él, quizás el menos mediático de los componentes de la embarcación y uno de los dos que todavía no tenían un metal olímpico. Desde su habitual discreción, levantó la voz lo justo para recordar su historial, ése que desde 2018 lo ha hecho un asiduo de los podios internacionales, pero siempre en compañía. Un oro y cuatro platas entre Europeos y Mundiales y entre el K2 y el K4 jalonan la preparación olímpica que culminó el pasado sábado con la medalla de bronce en Tokio.

Con menos presencia en Cangas que palistas como David Cal o Teresa Portela, o incluso Carlos Pérez ‘Perucho’, sus vecinos lo tienen un poco más desubicado. Sin embargo, el mismo sábado ya hubo quien añadió su nombre al listado de olímpicos cangueses que figura en el monumento levantado en su honor. Su padre y su madre dieron la cara para recibir las felicitaciones por el éxito de su hijo, del más serio de los cuatro, del siempre fiable, de quien empuja al resto del equipo, del que comparte glorias y fracasos. 

A punto de cumplir 31 años y dentro de una Olimpiada más corta de lo normal hasta París, a ver quién es el guapo  que lo apea el equipo. Él empujará.

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