Agustín Alejos (Vigo, 1987) acude a sus segundos Juegos tras un año duro y un ciclo olímpico difícil. Aún así, el jugador del Amfiv lo tiene claro: “Merece la pena”.
Sus segundos Juegos, pero seguro que muy diferentes.
Han sido cinco años de ciclo muy duros, sobre todo este último. Pero estoy con muchas ganas de llegar y empezar a competir, que es lo que queremos todos. Llevamos doce días concentrados, jugando unos contra otros, y estamos un poco cansados de vernos las caras.
Siempre se hacen duras las concentraciones.
Se hace pesado. Son 14 días aquí, con apenas 3 sesiones libres y entrenando seis o siete horas diarias. Me recuerda a aquel año que Madrid y Barça se enfrentaron tantas veces en un mes. Al final aparecen los golpes en los entrenamientos porque estás cansado de ver al que tienes enfrente. Pero fuera no hay ningún problema más allá de que no podemos salir de aquí. De la habitación al comedor o al pabellón y vuelta.
Pero merece la pena.
Sí, claro. Es un premio solo poder ir a unos segundos Juegos. Creo que es algo que no mucha gente puede decir y me siento muy ilusionado.
En Río cayó una plata. ¿Se puede repetir?
Es un año diferente, también por lo competitivo. Jugamos en junio y julio, por lo que el nivel de entonces es un poco irreal. Tenemos que crecer en partido a partido en la fase de grupos y luego el cruce de cuartos, que será terrible toque quien toque. Ahí nos la jugaremos.
¿Qué significan estos Juegos tan simbólicos?
El mero hecho de haber celebrado los olímpicos y ahora los paralímpicos es algo histórico. Quiere decir que, como sociedad y con respecto a la pandemia estamos mejorando. Estamos más cerca de volver a vivir una vida normal otra vez.
Más allá de la competición, está la experiencia olímpica.
Es tremenda, sí. Pero el Comité Paralímpico nos ha aconsejado/obligado que estemos por fuera de las habitaciones lo menos posible. De hecho tenemos que instalarnos una app en el móvil que, en caso de que haya un positivo, reconoce a todos los contactos de esa persona mediante GPS.
Una mezcla de sentimientos.
Es muy bonito, pero el tema del público es fastidiado. Yo recuerdo que en Río el pabellón siempre estaba lleno y animaban a todos. Fue una gozada.
