Juan Pina
El peligroso alcalde de Nueva York
Dice Pedro Sánchez que volverá a presentarse en las próximas elecciones, las de 2027 a plazo máximo. Lo ha hablado, afirma, con la familia y el partido. Los dos avalistas necesarios, a juicio de Sánchez, para intentar una nueva vuelta de tuerca. Familia y partido parecen, hoy por hoy, atados al destino del candidato persistente: sería la quinta ocasión en que su rostro, ahora profundamente desgastado, encarna las posibilidades de la izquierda para orientar los asuntos de Estado y parar la crecida de la derecha. Que como avalistas ambos sean necesarios, no lo pongo en duda; que sean suficientes, es ya cuestión más discutible.
En temas de la intimidad familiar de Sánchez mi conocimiento no alcanza al felpudo de la puerta. Pero es innegable que tanto su esposa, Begoña Gómez, como su hermano David, han echado unos gruesos borrones en la legítima aspiración de Pedro Sánchez al recunque. En circunstancias más ponderadas, ambos asuntos, incluso en el supuesto de la doble y completa exoneración de sus responsabilidades judiciales, no dejarían de tener la categoría de temerarias imprudencias en el entorno más próximo del presidente. Comportamientos, dentro de la categoría de las obligaciones y apariencias debidas en la mujer del césar, que pondrían ante la tesitura de la dimisión al apurado esposo y hermano. Ahora, angustiados por las evidencias y la embestida judicial, el mantenimiento del poder y su protectora proyección puede percibirse bajo la sospecha de una trinchera fáctica en la línea de defensa, la desesperada resistencia final antes del derrumbe: plomo en el ala de Pedro Sánchez.
Con respecto al partido, la dinámica interna de primarias, diseñada para entregar todo el poder a un hombre, o una mujer, ha acabado por jibarizar el pensamiento y las voces plurales del pasado. El PSOE está atado a su líder, convertido este en un mártir de la causa de la izquierda; una izquierda revitalizada por la campaña de apoyo al pueblo palestino y el temor a la ultraderecha. PSOE y Sánchez podrán liberarse de sus compromisos cruzados una vez que, además de perder las próximas elecciones, no exista ya fórmula matemática posible que les permita gobernar.
El apoyo de la familia y el partido, queda dicho, es necesario, pero no suficiente. La sociedad parece cansada de Sánchez e indiferente a Feijóo. Solo la escalada del enfrentamiento y la consiguiente polarización, si ello aún es posible sin romper la cristalería de la abuela, abre a estos dos “patos cojos” de la política española un resquicio para no insistir en la poquita fe –acertada sátira costumbrista- que les tenemos a ambos. Escribió Baltasar Gracián que “no es ventaja que le haga bueno el que sucedió malo, porque eso no es ser deseado, sino el otro aborrecido”. Así estamos.
Contenido patrocinado
También te puede interesar