Rebeca Acebrón
Los retos del sector metal en un contexto tecnológico decisivo
El sector del metal y las tecnologías asociadas continúa siendo uno de los pilares de la economía gallega. Con más de 60.000 trabajadores, una contribución del 19 % al PIB y una facturación que supera los 16.000 millones de euros en 2024, hablamos de un ecosistema sólido y altamente innovador. Sin embargo, nos adentramos en una década marcada por retos estructurales y tecnológicos de enorme trascendencia.
El principal desafío es la escasez de personas. Hoy serían necesarias alrededor de 5.000 incorporaciones para cubrir la demanda real de la industria. A ello se suma un dato especialmente preocupante: en los próximos diez años se jubilará el 40 % de los profesionales de industrias esenciales en Galicia. La combinación de pirámide demográfica adversa y falta de relevo generacional pone en riesgo la competitividad de empresas que, sin embargo, ofrecen estabilidad, formación continua, tecnología avanzada y carreras con futuro.
Paralelamente, la incorporación de la inteligencia artificial, la automatización y la digitalización están redefiniendo los procesos productivos. La IA es ya una herramienta imprescindible para ganar eficiencia, calidad y velocidad. El reto es doble: seguir invirtiendo en innovación y, al mismo tiempo, garantizar que las personas disponen de las competencias necesarias para aprovechar este salto tecnológico.
La sostenibilidad se ha consolidado como eje estratégico, no solo como obligación normativa, sino como una oportunidad de diferenciación. La transición hacia modelos más eficientes y circulares exige inversión, pero también abre la puerta a nuevos mercados y ventajas competitivas.
En materia de igualdad, el sector continúa impulsando acciones para atraer y promocionar talento femenino, especialmente en puestos técnicos y de liderazgo. La diversidad es clave para la innovación y seguirá siendo una prioridad. A estos elementos se suman factores externos como el acceso limitado a productos y materias primas estratégicas, el ejemplo más evidente siendo la dependencia global de los semiconductores asiáticos. También influye un contexto geopolítico complejo, que obliga a reforzar la resiliencia y la diversificación de las cadenas de suministro.
Pero para que todo este esfuerzo tenga impacto, es imprescindible avanzar en aspectos que permitan mejorar el entorno en el que operan nuestras empresas. Necesitamos procesos administrativos más ágiles, capaces de acompañar el ritmo del desarrollo industrial y tecnológico. Asimismo, es fundamental mejorar la productividad y abordar el absentismo, que lastra la competitividad de manera directa. Y es necesario seguir trabajando en un marco laboral equilibrado, que proteja los derechos de los trabajadores y, al mismo tiempo, facilite a las empresas la flexibilidad necesaria para crecer, innovar y generar empleo de calidad.
Desde el sector estamos realizando un esfuerzo conjunto para visibilizar las oportunidades profesionales que ofrece una industria moderna, tecnológicamente avanzada, segura y con excelentes perspectivas de futuro. Galicia cuenta con empresas punteras, centros tecnológicos de referencia y una base industrial que merece ser impulsada.
Estamos ante una década decisiva. Si afrontamos estos retos con visión compartida, colaboración público-privada y ambición, el metal gallego no solo mantendrá su peso actual, sino que será protagonista de la nueva revolución industrial.
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