Cuando sea mayor, Iván Villar podrá contar a sus hijos, nietos o a quien sea que forma parte del selecto grupo de medallistas olímpicos. Elegido. Eso ya nadie se lo podrá quitar. Aunque haya sido sin jugar un solo minuto, aunque solo se haya sentado en el banquillo en la semifinal contra Japón. Aunque entrase en la lista por la ampliación a 22.
Tampoco podrá nadie arrebatarle ni uno solo de los 26 partidos que acumula en Primera División, 21 de ellos el pasado curso supliendo a Rubén Blanco en dos lesiones diferentes. Y a buen nivel. Tanto, que el de Aldán se ganó la renovación antes de emprender camino a Tokio.
Pero, sin afirmar jamás que participar en unos Juegos -ya no digamos ganar una medalla- es una faena, lo cierto es que el fútbol sigue al día siguiente de esta plata. Y no espera por nadie. Iván Villar se incorporará a la disciplina del Celta a menos de una semana para empezar la Liga, con el meta mosense en perfecto estado físico y con un nuevo compañero de puesto, un Matías Dituro que apunta a titular contra el Atlético de Madrid a tenor de lo visto en la pretemporada. Y ya se sabe que Eduardo Coudet no es demasiado fan de los cambios.
Así pues, el papel que más ha desempeñado el cangués en Tokio es al que parece abocado de salida en Vigo. Villar será el tercer portero del Celta en las primeras jornadas de Liga. Una situación como poco delicada para un portero joven, que pudo abrirse paso en Primera el año pasado y que, de repente, llega sin minutos de rodaje y con una desventaja de un mes con sus compañeros. La paradoja del medallista olímpico.
