Julia Navarro
Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces
La sustracción de 124 sobres pertenecientes al voto por correo, depositados en las oficinas postales de la población de Fuente de Cantos en la provincia de Badajoz, ha calentado aún más el ámbito ya de por sí tenso que rodea las elecciones regionales en Extremadura. Se trata de un episodio de grave naturaleza que hay que añadir a toda una cadena de situaciones de por sí claramente infrecuentes que se han convertido en elementos desestabilizadores de un ámbito que nunca ofreció crispación y siempre se ha significado como un predio de serenidad electoral hasta que saltó por los aires gracias al singular “caso hermanísimo”. El partido socialista local no solo no ha resuelto con sensatez y presencia esta situación, sino que la ha complicado más, depositando sus destinos en las manos de uno de sus máximo protagonistas, un personaje de muy poco fiar llamado Miguel Gallardo que no tuvo escrúpulo alguno para maniobrar en su exclusivo favor, echando a la calle a sus compañeros de partido para ponerse él en su lugar y salvar así o al menos temporalmente, su pellejo.
Las encuestas condenan a Gallardo y a su partido a una debacle en las urnas, pero es probable que el descalabro no sea tan grave y si lo es, merecido lo tienen, aunque no es esa anunciada derrota lo más significativo de esta sucesión de hechos que se destacan en la convocatoria de Extremadura. Podría ocurrir, como manifiestan las primeras investigaciones llevadas a cabo por la Guardia Civil, que el robo –acompañado por la sustracción de 14.000 euros- fuese obra de delincuentes comunes y no tuviera la apariencia de pucherazo que la actual presidenta de la comunidad, la popular María Guardiola, le atribuye. Lo menos edificante en estos momentos de incertidumbre es la propia presencia de Gallardo en la convocatoria porque su comportamiento, con independencia de lo que dicten los jueces sobre la participación en un supuesto delito, es todo lo contrario de lo que la ética y la dignidad proponen para aspirar al desempeño de un cargo público. El sanchismo es ya una teoría política por sí misma, y esas cosas no las tiene en cuenta. Pero los demás sí las tenemos.
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