Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
Durante mi vida como profesional activo del periodismo, algunos de cuyos periodo he invertido ocupando plazas de cierta responsabilidad, nunca he ocultado mi admiración por la práctica de nuestro oficio en épocas veraniegas hasta el punto de que he defendido, defiendo y defenderé el concepto de que no hay época del año más difícil para ejercer nuestro oficio que durante los meses de verano.
Como casi todos nosotros, me inicié en este oficio durante este complejo trimestre. Los jóvenes que aspirábamos a ganarnos el pan juntando las letras, aplicábamos los veranos mientras estudiábamos la carrera, a ejercer como alumnos de prácticas en las redacciones de cualquier medio de comunicación de los muchos existentes a lo largo y ancho de la geografía española, especialmente aquellos que se instalaban en localizaciones de costa, lo que nos permitía aprender la profesión con carácter modestamente remunerado al mismo tiempo que veraneábamos. Como nuestra preparación era dudosa y los redactores jefes solían tener –es natural- una confianza muy relativa en nuestras posibilidades, nos encargaban reportajes de relleno habitualmente en romerías, festivales y playas, lugares idóneos para confraternizar con el ocio mientras hacíamos como buenamente podíamos, nuestros encargos. Aún así, sudamos tinta para cumplirlos y llegar a su mesa con algo presentable.
Repasando los periódicos grandes y pequeños de estos días que se aproximan al querido y temido ferragosto, me maravillo de la capacidad de improvisación, inventiva y profesionalidad de los que hacen posible un medio de comunicación, sobre todo escrito, en estos meses infernales, porque mucha habilidad de creación hay que tener para sacar adelante el número cada mañana tratando de salirse del manido tópico, huyendo como se puede de la trilogía maldita del arena, sol y playa, otorgándole a las entrevistas algún giró original para no tener que recurrir a la repetición y al tópico…
Estos contenidos que nos ilustran la temporada en la que el resto de los mortales estamos leyendo los periódicos tirados sobre la toalla o alternando su repaso con una cerveza fresquita en la tumbona, son admirables. Y mis colegas en la garita, mucho más aun.
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