Opinión

Las provincias, imbatibles

La mentalidad provincialista está tan arraigada que parece imposible de arrancar. Hay que tirar la toalla y reconocerlo. Ni comunidades autónomas, ni áreas metropolitanas, ni grandes ciudades. Nada. Solo la provincia al final del camino, superviviente absoluta que va a cumplir dos siglos en plena vigencia mientras todo el edificio constitucional se encuentra al pairo: ha aguantado dos restauraciones, otras tantas repúblicas y dictaduras, que España fuera un país centralizado o prácticamente confederal (vamos de cabeza). Y ahí están. Y seguirán, porque figuran en la Constitución y forman la estructura política del cuerpo electoral. Tan firmes, que algunos tics se mantienen incólumes a la realidad cambiante. El PP, por ejemplo, que acaba de realizar una convocatoria en “las capitales”, y, por tanto, no en Vigo, pese a ser la primera ciudad gallega. Los vigueses que quieran manifestarse contra la amnistía (o sea, impunidad para políticos siempre que apoyen a Sánchez) tendrán que desplazarse a Pontevedra. Igual que sucedía no hace tanto con los conductores obligados a cruzar el puente de Rande para renovar el carné o pagar multas, las empresas que debían ir a la Boa Vila a registrar sus cuentas en el Mercantil, o los abogados y usuarios de la Justicia, forzados a peregrinar para tratar sus asuntos ante la Audiencia. Vigo ya cuenta con todos esos servicios -oficina de Tráfico, registro o tribunales- pero no ser capital lleva a que la Comisaría viguesa tenga una categoría inferior a la pontevedresa, y eso se traduce en menos personal y medios. Así están las cosas. Y no van a cambiar. Sin contar lo que supone luchar contra el manto de invisibilidad provincial. El PP, por ejemplo, acaba de hacerlo. Tanto pesa la capitalidad que incluso el PSOE, que tiene en Vigo su principal granero de votos de Galicia, mantiene toda su organización en Pontevedra, ciudad donde no rasca nada hace años. Allí tiene su despacho el vigués Regades. 

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