Opinión

No pueden decidir el futuro de España los que quieren fragmentarla

La centralidad y la alternancia en el poder han sido las claves que hicieron posible la mejor etapa democrática y de mayor progreso de nuestro país; nada que ver con la situación actual, en la que resulta inviable la formación de un gobierno sólido y coherente, que dé estabilidad al Estado. En la noche electoral daba la impresión que todos los partidos habían ganado, y con los datos en la mano, las elecciones las ganó el PP liderado por Feijóo (136) y las perdió Sánchez (122) que fue el que convocó las elecciones; y lo que yo veo son dos Españas bien distintas, y con este panorama no atisbo un futuro esperanzador. Sánchez, tras la debacle electoral de las municipales y autonómicas del 28 de mayo, ha sido capaz de resistir en el sprint final de la campaña arengando a sus simpatizantes y militantes al voto útil para evitar un gobierno PP-VOX, y con la ayuda de errores de bulto del PP (la silla vacía de Feijóo en el debate a cuatro en TVE le pasó factura al PP, etc.), ha hecho posible que Sánchez saliera indemne una vez más, a pesar de sus errores, cuando las encuestas pronosticaban su hundimiento final.

Mi esperanza de que tras el 23J los gobernantes fueran capaces de abrir un tiempo nuevo desde la concordia y la unidad de acción política, con una España más unida, más fuerte y mejor posicionada en el concierto internacional, sólo sería posible con un acuerdo de gobierno PP-PSOE que diese estabilidad al Estado (como ocurriría en Alemania), y mi deseo es una utopía. Con estos resultados cabe la posibilidad de que Sánchez pueda formar gobierno, con el apoyo de partidos con intereses contrapuestos y planteamientos tan dispares, que, la gobernabilidad de España sería un bloqueo permanente, por mucho que la aritmética alcance. Feijóo le propuso a Sánchez en el debate a dos, que gobernara la lista más votada para evitar bloqueos políticos, y Felipe González, defendió los pactos de centralidad y que gobierne la lista más votada sin pedir nada a cambio, para fortalecer la democracia y el destino de un país cuando no haya otra opción mejor. Con este nuevo escenario, veo un Parlamento más dividido y enfrentado, donde va a ser inviable llegar a acuerdos en asuntos de estado, en los que es imprescindible el consenso. 

A Feijóo no le alcanza la aritmética para gobernar, y Sánchez podría volver a repetir un nuevo gobierno Frankenstein reforzado (PSOE/122, SUMAR/31, con el apoyo de ERC/7, BILDU/6, PNV/5, BNG/1 = 172), si bien para alcanzar los 176 votos necesarios para ser investido presidente, necesitaría del apoyo de JUNTS/7, lo que supondría estar a merced de las exigencias ´inconstitucionales´ de un prófugo de la justicia, llamado Puigdemont: referéndum en Cataluña (iría detrás el País Vasco), indulto a su persona, una solución para los tres mil encausados por el ´procés´, etc., un precio inaceptable que un país con una democracia consolidada no se puede permitir (los socios de Sánchez no solo no defienden la unidad de España, sino que quieren fragmentarla como sea, y bajo ningún pretexto se puede poner en riesgo la unidad de España a base de concesiones a los independentistas), por ser éticamente inadmisible. En tal situación, la gobernabilidad sería inviable a causa del bloqueo permanente que se va a producir, por lo que a Sánchez no le va a quedar más remedio que convocar nuevas elecciones, endulzadas con turrones navideños, para que los españoles hilen más fino y reflexionen mejor su voto.

(*): Científico, académico, escritor y humanista.

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