Opinión

Perseverancia y adhesión

Abandonad toda esperanza. Ni habrá cambio de rumbo en la política económica del Gobierno ni ningún pacto que no sea la adhesión a los proyectos del Gobierno. Estas son dos conclusiones que se pueden extraer de la intervención de Rajoy en el Congreso sobre el Plan Nacional de Reformas aprobado por el Ejecutivo, que Mariano Rajoy ha basado en los siguientes pilares, la herencia recibida –una vez más- la autocomplacencia – “ya nadie pregunta por el rescate”-, la paciencia –“los resultados llegarán”- y una nueva explicación acerca de que las segundas cifras del cuadro macroeconómico que son una enmienda a la totalidad a sus propios Presupuestos y que tan poco son reales – “son pesimistas”-, se supone que para presentar cualquier desviación favorable como un éxito de las políticas del Gobierno.

Para los grupos políticos la perseverancia en la política económica es contumacia a la vista de que no cumple los dos principales objetivos del Gobierno: el paro ha crecido hasta los 6,2 millones de parados y acabará la legislatura con un desempleo del 25%, superior al que recibió,- “estamos haciendo la mejor política de empleo”-; y la ampliación del plazo para el cumplimiento de los objetivos de déficit público, que Rajoy atribuye a la confianza que genera España en los mercados exteriores, la oposición lo achaca a que la propia Unión Europea se ha dado cuenta de que la política de austeridad es la causante de la recesión económica.

¿Puede seguir haciendo el Gobierno oídos sordos al clamor de todos los grupos parlamentarios, unidos al de sindicatos e incluso de los empresarios a la petición de un pacto? 'La gente no quiere vernos pelearnos' en temas económicos, 'la gente nos quiere ver juntos', le ha recordado Durán Lleida con la autoridad moral que le da haber apoyado a unos y a otros cuando ha sido preciso. El propio portavoz socialista reconocía que tras la intervención de Rajoy “veía difícil” que se pudiera alcanzar un acuerdo y lo apostilló el portavoz popular, Alfonso Alonso, -“pactar para el futuro, no para justificar el pasado”- a pesar de su voluntad de Rubalcaba de acordar la política europea –un déjà vu- y algunas de las reformas previstas en el plan nacional aprobado el 26 de abril.

Rajoy ha cerrado la puerta a la pretensión de “un gran acuerdo nacional” –“no voy a engañar a nadie. No vamos a aplicar las políticas que nos han traído hasta aquí- y recogía el guante en las propuestas “concretas” que sintonizaban con sus intereses -sostenibilidad de las pensiones, mercado único, reformas de la Administración- pero silencio sobre otras de las cuestiones nucleares presentadas por Rubalcaba: un pacto de rentas que suponga también un cambio en la reforma laboral, una profunda reforma fiscal que reparta de forma equitativa la carga de la crisis, y una ´”recapitalización preventiva” del sistema financiero que facilite el crecimiento, porque cabe el riesgo, advirtió, de que si persiste la crisis sea preciso recurrir un nuevo salvamento de los bancos, y la ciudadanía no lo entendería. Esos ofrecimientos son, a juicio de Rajoy, experimentos o gestos para la galería.

Entretanto la sensación es que no hay plan de choque para reactivar la economía, ni para evitar la mortandad de las empresas -31% de empresas más en quiebra en el primer trimestre-, ni para frenar el desempleo, bajo el argumento de que “no hay alternativa posible”. Nueva ración de aguantoformo hasta que las reformas en marcha –las que han provocado paro, devaluación interna y recortes sociales- y las por venir, comiencen a dar resultados.

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