Opinión

Llegó el gran día

Por fin llegó el gran día para el presidente del Gobierno. El de la firma del primer gran pacto social contra la crisis que se ha hecho esperar desde el comienzo de su segunda legislatura. Habrá ‘foto’, pero esta vez llena de contenidos en torno al tronco central de la reforma de las pensiones del que salen las ramas de la negociación colectiva, las políticas activas de empleo, las ayudas a los parados de larga duración y un mínimo plan de choque contra el paro, además del desarrollo de la reforma laboral y algunas indicaciones sobre la política industrial y energética.

Se han perdido tres años antes de llegar a este pacto que el Gobierno quiere que sea tan importante como los Pactos de La Moncloa, y entre medias se ha asistido a un infructuoso diálogo social entre los sindicatos y la patronal dirigida por Díaz Ferrán, al ‘decretazo’ de la reforma laboral y a una huelga general, y lo peor de todo, al incremento de más de dos millones de parados y de pérdida de cotizantes a la Seguridad Social víctimas de una crisis que no generaron, que se tardó en reconocer y a la que se tardó en reaccionar y que ha venido aderezada por la presión de los mercados sobre la deuda soberana española que han hecho inevitables la reformas.

El pacto social supone un alivio para Gobierno, sindicatos y patronal que hoy lo firman en La Moncloa. Es un éxito para Rodríguez Zapatero a quien el acuerdo viene a dar la razón en el cambio de Gobierno que realizó en el mes de octubre, porque en él han tenido mucho que ver tanto el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, buen conocedor del mundo laboral, como el vicepresidente primero Alfredo Pérez Rubalcaba. Joan Rossell, recién llegado a la presidencia de la CEOE, se apunta un tanto que le da credibilidad como negociador en una situación que requería altura de miras, y los sindicatos han resuelto con pragmatismo una situación inevitable -la reforma de las pensiones-, que no se debe olvidar, supone un nuevo recorte de los derechos sociales adquiridos, pero que garantizan su supervivencia para generaciones venideras. Además, han logrado matizar las intenciones primeras del Gobierno y han evitado la confrontación en la calle o una nueva huelga general, de tan incierto resultado como la que llevaron a cabo en septiembre del año pasado.

La firma del pacto social es, igualmente, un balón de oxígeno para el PSOE, necesitado de actuaciones que le reconcilien con su base electoral sobre las que tendrá que desarrollar una amplia pedagogía para explicar los beneficios del acuerdo –los sindicatos se han comprometido a hacer lo propio-, y aunque es muy difícil que le sirva para salvar el abismo que en este momento le separa del PP, al menos puede acortarlo.

Comienza ahora la negociación con los grupos políticos para que verdaderamente alcance la categoría de pacto de Estado. El Partido Popular no se lo va a poner fácil, pero sabe que no puede quedarse al margen. Aunque no le haga gracia el texto que le han añadido a la música de la reforma de las pensiones.

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