Opinión

Intervención o sanciones

La ecuación es simple si un determinado país tiene petróleo la intervención militar en caso de que se produzcan problemas internos es más factible que si no lo tiene. La comunidad internacional ni se plantea intervenir en Sudán, ni en Somalia, ni en tantos otros países donde los enfrentamientos y las guerras civiles más o menos lavadas se cobran decenas de miles de muertos. Pero ese mismo ente abstracto se moviliza rápidamente en cuanto que corre riesgo el abastecimiento de crudo y se pone de manifiesto las contradicciones en que se mueven los países desarrollados que intentan preservar su influencia y sus intereses particulares en determinadas zonas cuando no se ven atados de pies y manos para actuar o lo hacen de distinta manera según sea un país u otro.

La cuestión que se plantea ahora es cuándo, cómo y quién tiene que intervenir para acabar con las matanzas en Libia o si como afirman Rusia y Cina se trata de un ‘problema interno’ que han de resolver los propios libios, o si es posible asistir indiferentes a la sucesión de partes de guerra diarios con el número de muertos por ambas partes en contienda.

Si de algo han servido las diferentes experiencias de las guerras de Irak y Afganistán es para no volver a saltarse los trámites y actuar de forma multilateral y bajo el amparo de las resoluciones de Naciones Unidas. Pero se trata de un camino largo, tortuoso y en este momento sin salida por la actitud de Rusia y China y también de Francia, opuestos a la intervención militar. Y en la Liga Árabe también se tientan la ropa antes de dar el visto bueno a esa posibilidad porque muchos de sus integrantes son regímenes tan autocráticos como el de Gadafi y temen que una vez abierta la espita de la ayuda a quienes reclaman derechos y libertades, también a ellos se les lleve la corriente democratizadora.

Quedaría una rápida acción de la OTAN para crear una zona de exclusión aérea que impidiera los bombardeos de la aviación de Muamar el Gadafi y equilibrara las fuerzas con los rebeldes, sobre los que hay proyectos más o menos avanzados y velados de rearmar desde el exterior… Pero ese no puede ser el objetivo de una intervención militar limitada que no debe ser otro que el de acabar con los enfrentamientos armados y facilitar la entrada de ayuda humanitaria para la población civil y los inmigrantes que quieren abandonar Libia.

La comunidad internacional debe evitar que se enquiste una guerra civil y si llega el caso y no existe otra alternativa facilitar una transición hacia la democracia ensayando un modelo distinto al que se ha adoptado en Túnez o Egipto, y aunque Gadafi y sus hijos no son nada de fiar como demuestran sus bravatas y sus continuos cambios de criterio, sería el momento de aplicar toda la serie de medidas económicas, financieras, sanciones y embargos si no se cumple una hoja de ruta hacia la democracia. Eso obligaría a retratarse a tantos y tantos países con intereses económicos en Libia o de Libia y que ahora nadan y guardan la ropa con excusas de variado pelaje.

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