Opinión

Otro calvario

Lo de menos en el debate del Pleno del Congreso para la convalidación del real decreto con las últimas medidas económicas del Gobierno es el resultado. El Gobierno salvará la votación con el voto favorable de sus socios parlamentarios, PNV y CC, - y las abstención de CiU y probablemente del PP- porque de las tres medidas aprobadas –reducción del IVA en un 4% por la compra de vivienda nueva hasta fin de año, actuación sobre el gasto farmacéutico y anticipo de las grandes empresas en el pago del impuesto de Sociedades- las dos primeras cuentan con un consenso generalizado y solo la última genera polémica por su afán recaudatorio y la incidencia en la liquidez de las empresas y en su capacidad inversora. No obstante, el PSOE ha tocado a rebato entre sus diputados para que no falte nadie y no se produzcan sustos en el Hemiciclo.

En la otra parte de su intervención, el jefe del Ejecutivo dará explicaciones sobre la crisis de los mercados con la tranquilidad que le proporciona que se haya superado el bache con la intervención del Banco Central Europeo mediante la compra de deuda soberana y apelando al mal de muchos que ha puesto de manifiesto las últimas cifras de crecimiento en las locomotoras europeas, cuyas economías se encuentran al borde del estancamiento –desgraciadamente en un momento en el que las exportaciones españolas han superado a las importaciones, aunque este es un dato de doble lectura- pero que han apostado por reforzar la gobernanza económica europea y la imposición de una tasa Tobin a las transacciones financieras. A estas circunstancias se añade que las instituciones económicas internacionales siguen alabando el proceso de reformas estructurales emprendidas por el Gobierno.

Pero este aval no será óbice para que todos los grupos de la oposición, a derecha e izquierda, hagan pasar a Zapatero un calvario como en el último debate sobre el Estado de la Nación, sin que sus argumentos hayan cambiado en la denuncia de que se trata de un nuevo parche que no responde a un plan global que aliente el crecimiento económico y que por tanto no servirá para la creación de empleo, o que está pensado para que los bancos saneen sus balances deshaciéndose del stock de viviendas que tienen acumuladas y que lastran sus balances. No habrá guante blanco con el presidente del Gobierno en retirada y con el horizonte electoral fijado no hay que desperdiciar ninguna oportunidad de acorralar al rival.

Ítem más, no se espere que Mariano Rajoy desvele nada ni concrete algún aspecto sobre sus sobre sus propuestas económicas, o más bien de su incidencia sobre el empleo público y los servicios sociales. Con los equipos electorales trabajando a marchas forzadas para tener a punto el programa con el que concurrirán a las urnas el 20-N y con un sinfín de actos programáticos a celebrar en el próximo mes, Rajoy actuara como un martillo pilón machacando sobre los errores de gestión y las consecuencias de la política económica del Gobierno socialista. Ya no cabe recriminárselo cuando cada vez le queda menos tiempo para empezar a mostrar alguna carta, pero reforzará su posición haciendo pasar un nuevo trago a Zapatero por los cinco millones de parados.

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