Opinión

Aguirre deja su huella

Aunque desde el Gobierno se haya hecho caso omiso y desde el PP se intente poner sordina, las palabras de la presidenta del partido en Madrid, Esperanza Aguirre, son demostrativas de que también en el PP hay lío interno. Si se acusa al PSOE de parálisis por el cuestionamiento del liderazgo de Rubalcaba y la sucesión de noticias y declaraciones sobre la conveniencia o no de primarias con la que se transmite la impresión de que se están morando el ombligo, el PP se ve sometido a un debate similar por discrepancias internas acerca de si la política del Gobierno es la única de las posibles o existen alternativas, y tiene que sacar a sus portavoces más consolidados para tratar de calmar las aguas y que no se desborden las críticas de puertas adentro.

Esperanza Aguirre, la condesa consorte de hierro, clama porque el Gobierno aplique el programa electoral que le llevó a la Moncloa, en sus aspectos más liberales, la reducción de impuestos y la utilización de las tijeras de podar para recortar empleo en las Administraciones Públicas. Conocidas sus posiciones ultraliberales, cabe preguntarse si el momento que ha escogido para insistir en sus ideas es el más adecuado, cuando el Gobierno se está reponiendo de la cifra de 6,2 millones de parados que ha registrado la EPA y cuando acaba de presentar un programa de reformas estructurales que lleva emparejado recortes por más de 3.000 millones de euros en gasto social. En su descargo, desde el PP se recuerda que en poco más de un año se han suprimido casi 350.000 empleos públicos, que han pasado a las listas del paro.

Al recibir la Medalla de Oro de la Comunidad de Madrid-que ayer celebraba su fiesta autonómica- de la que ha sido presidenta, Esperanza Aguirre ha subrayado que le gusta “navegar en viento contrario”. Son palabras ventajistas porque a ella ya no le toca presentarse ante los ciudadanos a pasar la evaluación de las urnas. Pero otros compañeros de su partido con responsabilidades en comunidades autónomas y ayuntamientos opinan lo contrario, que tanto viento en la cara les hace hundirse en las encuestas, que tanta austeridad les va a pasar factura y que si no hay empleo consecuencia del crecimiento económico, o por mantenimiento del actual, las mayorías de que disfrutan en muchas de las comunidades autónomas que gobiernan van en globo, como demuestran las encuestas, y solo obtienen consuelo en que los ciudadanos aún no han olvidado que también el PSOE rompió su promesa de ‘salir todos juntos’ de la crisis y que paga todavía esa factura.

Quizá consciente de la gravedad de su postura y del revuelo armado, que venía a poner en cuestión el liderazgo de Mariano Rajoy y la competencia de su equipo económico, apenas un poco después de mostrarse navegante avezada afirmaba que Mariano Rajoy “no se equivoca en absoluto”. Pero el mal ya estaba hecho. A no ser que a Esperanza Aguirre le pase lo que a tantos otros, que acierta cuando rectifica. Más bien parece que era una retirada táctica después de haber dejado su huella en el debate de estos días, porque al cabo volvió a insistir en que para reducir el déficit solo hay dos mecanismos o subir impuestos o reducir gasto público. Y ella es partidaria de lo primero, como siempre.

La apelación de Esperanza Aguirre al cumplimiento del programa electoral sobre bajada de impuestos y reformas de las administraciones públicas, y los coros que se han alzado en contra de un acuerdo nacional sobre el empleo que no tuviera como sustento ese documento, arrojan al limbo cualquier posibilidad de pacto entre los principales partidos que, por soberbia o debilidad, hacen caso omiso a las demandas ciudadanas.

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