Episodios vigueses: Los conflictivos plenos municipales que acababan con la policía en la sala

El follón en un pleno del Ayuntamiento.
photo_camera El follón en un pleno del Ayuntamiento.
Vigo tuvo diversos alcaldes singulares de la más diversa personalidad tanto en los últimos tiempos del franquismo y la transición

Se ha dicho siempre que en Vigo se ha practicado un excelente periodismo municipal. Aunque desde mi propia experiencia en ese ámbito, yo prefiero referirme a la calidad y el ejemplo de quienes lo ejercieron, desde Juan Ramón Díaz, Francisco Pablos, Pedro Rodríguez o Gerardo González Martín, entre otros. Pero también es cierto que, dada la singularidad de esta ciudad, donde sin ser capital de provincia, concentra parte de la economía y la vida social y cultural de Galicia, y como consecuencia de lo primero, también determinados conflictos. De ahí que casi todo acabe en el concello, donde en los setenta y ochenta se vivieron momentos especialmente agitados, debido a su repercusión de los numerosos conflictos laborales, incluso los propios internos, de suerte que, en más de una ocasión, los plenos acabaron con intervención, no ya de la policía local, sino de los antidisturbios, con casco incluido de la policía nacional. De ello tengo yo testimonio directo por mi responsabilidad en ese ámbito y estar presente en alguno de esos acontecimientos.

Vigo tuvo diversos alcaldes singulares de la más diversa personalidad tanto en los últimos tiempos del franquismo y la transición. De José Ramón Fontán, hombre de sencillamente campechano hay singulares anécdotas, pues acudía personalmente a los asuntos que requerían su presencia, como autoridad municipal, ya fuera un incendio o la entrega de premios de los concursos de castillos en la arena. En el primer caso, auxiliaba directamente a los bomberos y echaba una mano, y en el segundo caso, entregaba los trofeos en la misma playa, y en bañador, a tono con el momento. El que vino después, Rafael Portanet, era de otro perfil, algo más autoritario y expedito en sus formas. Le escribía los discursos el doctor (en Derecho) José G. Posada Curros, a quien luego de leerlos le preguntaba qué le pareciera el tal discurso como si lo autor fuera él mismo. Cuando una visita no le era grata, lo expulsaba sin más de la alcaldía. ¡Y de qué modo”! Vino después Antonio Ramilo, de más delicadas formas. Es interesante recordar que bajo su mandato aparece por primera vez, viviendo Franco, la oposición municipal, formada por cuatro mosqueteros que eran pocos que no votaban sin más los dictámenes de la alcaldía. Eran Camesella, Alonso, Padin y Antonio Nieto Figuera “Leri”. Sus intervenciones eran de singular valentía. Pero daban mucho para escribir.

Vino luego Joaquín García Picher, que era un gran trabajador y el primero que tuvo una política de comunicación. Todos los sábados nos convocaba a los periodistas a una conferencia de prensa que recuerdo con especial afecto, por el tono de aquellos encuentros sabatinos. Le tocó además ser el alcalde del inicio de la transición, y lo recuerdo en cabeza de la gran manifestación del 4 de diciembre de 1977, a favor del Estatuto de Autonomía, junto a los representantes del conjunto de las fuerzas democráticas. Su memoria me merece especial afecto.

Y luego vino Manolo Soto, o mejor dicho “o compañeiro Soto”. Al coincidir su mandato con la etapa de la reconversión industrial y los numerosos conflictos laborales, aparte de los propios del vecindario, en esta etapa raro era el pleno que acabara bien, y no siempre de forma pacífica. En este contexto cabe recordar la presencia de peculiares personajes que estaban en todas, fuera o no con ellos el motivo de la protesta. Uno de ellos era un tipo conocido de verbo fácil y singular biografía, dado a meterse en innecesarios líos, pero buena y fantasiosa persona. Me lo recuerdan otros sujetos que, últimamente, han aparecido en la escena española. Cuando falleció, todavía joven, le dediqué una crónica compresiva para salvar la memoria de algunos de sus actos, más bien errores. Le gustaba mezclarse con los periodistas e incluso atribuirse confianzas que sólo moraban en sus fantasías.

Es curioso que, en algunas fotos, como esta de Llanos que ilustra esta crónica, aparece este personaje, aunque no recuerdo bien de que iba aquello. Ya que, aparte de que usara el salón de plenos para dar notoriedad a los conflictos laborales, el movimiento vecinal que entonces comenzó a movilizarse con vigor o los representantes de barrios y parroquias con problemas, acudían allí a manifestarse, por lo que el asunto acababa reflejado en los medios, que era lo perseguido.

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