Teresa Portela, plata de leyenda

La palista de Aldán corona su brillante palmarés con una medalla olímpica en sus sextos Juegos a los 39 años: “Quien la sigue la consigue”, exclama la canguesa, tras conseguir el segundo metal para Galicia

Publicado: 04 ago 2021 - 02:22 Actualizado: 04 ago 2021 - 12:58

La palista canguesa Teresa Portela celebra con la bandera de España su medalla de plata en la prueba de K-1 200 en los Juegos de Tokio.
La palista canguesa Teresa Portela celebra con la bandera de España su medalla de plata en la prueba de K-1 200 en los Juegos de Tokio.

Sopla el viento en el canal Sea Forest de Japón. En una final olímpica sobre agua salada. Y Teresa Portela vuelve al origen, a las paladas en Aldán, a los doce o trece años, cuando los jóvenes de la parroquia paleaban, se cansaban y disfrutaban antes de pasar la tarde en la playa. Golpeaba el viento a favor, había que meter la pala rápido en el mar y así lo hace la canguesa para avanzar más que nunca, acelerar mucho y bien y finalizar segunda. Medalla de plata olímpica en el K1 200 metros en Tokio. Su palmarés supera la treintena entre Mundiales y Europeos. No obstante, la de ayer en el lejano oriente es la más deseada y la que tardó más en llegar. Una segunda posición en los Juegos Olímpicos a los 39 años y después de un diploma tras otro. Cuartas, quintas y sextas posiciones desde 2004. Muchos diplomas, quizás demasiados.

Tardó en subir al podio Portela y, seguramente, en su mente y en la de sus hombres cercanos como David Mascato, marido y fisioterapeuta, y Daniel Brage, entrenador, vinieron a la mente las lágrimas de Londres. Aquel día, la canguesa también lloró, pero no de felicidad. Resultó de dolor. Tenía en sus manos, su cuerpo y su corazón la presea, pero se la dejó en la salida. En una bocina silenciada por el griterío del público. Nueve años después, en el lejano oriente, y a la par muy cercano Japón, saborea una plata de oro y cierra una carrera deportiva perfecta. Todavía puede ser mayor, pero ya carece de sombras. Veintiún años después de Sidney, su debut, la de Aldán obtuvo su primer metal olímpico.

Y, pese a ser en Japón, pareció palear en Aldán. Hubo susto en las semifinales porque pasó con el peor tiempo de las participantes. Ahí no tuvo el día, pero sí dos horas después. Ajustó el ritmo la canguesa en una jornada que había que palear más fino y más rápido por el viento trasero. El aire impulsó el kayak para vivir la final olímpica más rápida de la historia en K1 200 metros. Y Teresa Portela, pese a transitar en la calle exterior, realizó una de las mejores regatas de su carrera. Por resultado, la más relevante. Salió rápido y aceleró fuerte. Por los cincuenta metros, su kayak cabalgaba fino sobre las olas de mar. En agua salada, con más flotabilidad, y una lámina revuelta. La mecánica perfecta de Portela, esa habilidad pulida con los años, resultó clave, decisiva. Y, probablemente, algo de esa habilidad la adquirió en el movido Atlántico de Aldán, sobre las olas en las que comenzó en el mundo del piragüismo, el origen de una carrera ejemplar.

A los 14 años pasó al Centro de Tecnificación Deportiva y allí sigue, pese a los cambios de la vida, y a los tiempos de selección española y los barcos de equipo. Aquello terminó cuando el K1 200 metros pasó a ser olímpico y la mejor velocista de la historia del piragüismo español tenía su distancia fetiche en el horizonte. Desde hace más de una década, entrena entre Pontevedra, Verducido y O Grove. Falló en aquel 2012 y lloró mucho de tristeza rabia y alegría. Aquella mañana errática hizo más grande a la Teresa Portela de hoy. Fue madre, pero siguió. Ahora es plata y mujer con más Juegos en España y en el horizonte ya está París. La plata sabe a oro y el triunfo recayó en Lisa Carrington, imbatible. Usain Bolt sobre el kayak.

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