Claudio Giráldez y Róber Fernández, juntos de Lourambal a Balaídos

Los técnicos celestes se midieron como futbolistas semanas antes de iniciar su tándem en el Juvenil B.
photo_camera Los técnicos celestes se midieron como futbolistas semanas antes de iniciar su tándem en el Juvenil B.
Claudio Giráldez y Róber Fernández se conocieron con 7 años y ahora se sientan juntos en el banquillo del Celta

Cuando Claudio Giráldez y Róber Fernández tenían 8 y 7 años se conocieron en un campo de fútbol, al abrigo del Porriño Industrial. Con la camiseta azul se forjó una amistad con la pelota que anudó la suya propia. Su pasión los separó, volvió a unirlos e incluso los enfrentó sobre el terreno de juego. Hasta aquí, un lazo más de los tantos que ata el deporte. Salvo porque esa lazada ha alcanzado unida la Primera División y ahora se sienta en el banquillo del Celta.

El principio de la historia común del primer y el segundo entrenador del equipo vigués arrancó en Lourambal. Róber, un año más pequeño que Claudio, solía jugar con el grupo de edad de su futuro amigo. La diversión y la inocencia se mezclaban entonces con sueños que Giráldez persiguió al marcharse al Real Madrid en edad infantil. A su vuelta cada verano, la amistad se fortalecía. Más aún cuando Claudio regresó a Galicia. Ambos tenían ventipocos entonces y ambos jugaban. Pero, también, ambos empezaron a explorar su futura profesión de nuevo unidos por el Porriño: Giráldez con los cadetes, Fernández con los infantiles.

Por el camino hubo algún enfrentamiento sobre el césped. Muy especial fue el penúltimo de ellos. Fue en Tercera. Claudio disputaba en el Porriño su última temporada  y recibía  al Ourense CF de Róber. Empataron. Era septiembre de 2018. Ninguno de los dos sabía que el principio de su historia en serio como entrenadores estaba a punto de empezar. Unas semanas después, Srdan Bajcetic, técnico asistente del Juvenil B, se fue del Celta tras aceptar una oferta en Arabia Saudí. Su primer entrenador necesitó entonces de un segundo. Era Giráldez. Automáticamente, llamó a su amigo para pedirle que le acompañara en la aventura. Lo hizo.

Este arranque tuvo una pausa cuando Róber fichó por el Arosa. Pero el lazo era ya indisoluble. Los puntos de vista sobre el fútbol y la vida se mezclaban en las noches de Champions en casa de Giráldez. Luego llegó la oportunidad del Celta Fortuna. El salto a la profesionalidad trajo aparejada la máxima exigencia. Los que lo conocen dicen que Claudio quiere ser el mejor en lo que hace y pide lo mismo a los que trabajan con él. Pero siempre con comunicación y entendimiento mutuo. Porque, por encima de entrenadores del Celta, son amigos. Y ese lazo porriñés atado por la pelota es casi imposible de desanudar.

Gabri Veiga y la quinta de 2002, punto de partida

Aunque Claudio y Róber acumulaban experiencias como técnicos de base antes de 2018, fue el mes de octubre de ese año el que les ofreció su primer desafío serio. Bajcetic aceptó una oferta en Arabia y Fernández lo sustituyó como segundo de Giráldez. La plantilla estaba formada por futbolistas de 2001 como Carlos Domínguez y Raúl Blanco y 2002 como Gael o Gabri Veiga. Precisamente, con el actual jugador del Al-Ahli se forjó una relación especial por la condición de vecindad. Muchos trayectos de coche a los entrenamientos, conversaciones de fútbol y vida y grandes dosis de conexión porriñesa.

Dos noticias, misma liturgia

Claudio es un hombre de firmes convicciones. Por eso, tuvo claro que quería contar con Róber como segundo desde que asumió el banquillo del Juvenil B del Celta. No porque fuera su amigo, sino por su valía profesional. Y aunque Fernández estiró más su carrera como futbolista que su compañero, las conversaciones que asociaban el futuro mucho más con los banquillos que con el césped masticaban una retirada que una rotura de cruzado terminó de decidir. Era el curso 2021/22, el último de Róber como jugador. Entonces, militaba en el Arosa de Segunda Federación. Claudio ya llevaba tres años retirado.

Y en aquel verano llegó la gran oportunidad. Onésimo dejaba el filial céltico y el club se lo ofreció a Giráldez después de su extraordinario desempeño en el Juvenil A. El técnico porriñés, metódico -también fuera del fútbol- llamó a Róber y le pidió que se presentase en su casa en 15 minutos. Aproximadamente, la distancia que media entre los dos domicilios. Sin más información. Allí le informó que iban a debutar como técnicos en Primera Federación al frente del Fortuna. Lo demás ya es historia.

Más de un año y medio después, el modus operandi se repitió.  En la mañana del pasado 12 de marzo, el teléfono de Róber volvió a sonar, Claudio volvió a pedirle que se presentase en su casa en un cuarto de hora. Lo mismo hizo con el resto de su cuerpo técnico. Una vez allí, les comunicó a todos que les acababan de dar el banquillo de Celta. Dos noticias, la misma liturgia comunicativa para ambas.

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