Maravilloso espíritu de la contradicción del Celta

El Celta celebra el triunfo en el vestuario. // Twitter (@RCCelta)
photo_camera El Celta celebra el triunfo en el vestuario. // Twitter (@RCCelta)
El Celta se impuso ayer con justicia y fútbol en Valencia a base de secundarios y estará en cuartos de la Copa

Fiel a su peculiar espíritu de la contradicción, ése que destroza la razón pero estimula el corazón, el Celta se metió ayer con todo merecimiento -sí, con todo- en cuartos de final de la Copa del Rey tras plantear en Valencia uno de los mejores partidos de la temporada. Y con añadido de que jugaron mayoría de futbolistas poco o nada asiduos a los onces iniciales en Liga. Este equipo ha crecido en silencio y se ha regalado, para amenizar una competición liguera adusta, una ilusión para ir tirando en este mes de enero que, esta vez sí, tiene pinta de comienzo.

 

 

La victoria llegó desde el fútbol, no desde la fortuna. Desde el trabajo pero esta vez a partes iguales -o casi- con la calidad. Desde el convencimiento más que desde la fe. Porque el Celta superó a un Valencia que llegaba pleno de juventud y con posibilidad de quemar más naves porque su situación liguera es muchísimo más holgada. Pero todos los antecedentes negativos se quedaron fuera del campo. Porque dentro, había once futbolistas dispuestos a levantar la voz. Igual que el actor secundario Bob se rebela contra la sombra pretendiendo ser un asesino, los suplentes celestes salieron a la luz. Aunque con mucha más fortuna que el personaje de los Simpsons.

El comienzo sí que no sorprendió, con el Valencia en formación de flecha haciendo más daño, como sucedió todo el encuentro, por la banda derecha, aprovechando que la temporada todavía no le ha permitido Mihailo Ristic coger ritmo. Fran Pérez y Thierry Correia hacían alarde de velocidad y amenazaban en convertir el área propia en el único hábitat celeste en este partido. Pero el Celta combatió el fuego con fuego. Por una vez, no se dejó arrastrar a campo propio y empezó a manejar el balón con criterio. Beneficiándose, casi siempre, de un Luca de la Torre muy activo por la banda izquierda, capaz de crear sociedades con muchos de sus compañeros.

Esa buena actitud colectiva e individual enseguida encontró premio. La que acabaría siendo una mala noche de aprendizaje para el joven central valencianista Yarek comenzó con un absurdo choque con su alocado portero, Jaume Doménech, en un saque de esquina. El corto rechace fue cabeceado por Kevin en picado hacia la zona de Luca, que resolvió con un perfecto taconazo. Ya a los 12 minutos, los secundarios amenazaban con comerse la pantalla.

Cogieron por sorpresa al Valencia el posicionamiento, la presión y la capacidad combinativa celestes. Porque todavía estaba rearmándose cuando una llegada por banda que implicó a Swedberg -móvil, incluso grácil por momentos- y Miguel Rodríguez -potente y, lo que es más trascendente, inteligente posicionalmente- acabó con el canterano por los suelos dentro del área por un exceso de celo defensivo de Diego López. Douvikas agarró el balón con ese convencimiento en la mirada que sólo tienen los goleadores y que supone casi la única variación en el rictus casi pétreo del griego. No falló el heleno. La rebelión ya era hoguera y las premociones, basura.

Sobre todo porque el equipo celeste siguió dando grandes sensaciones. No se encerró en campo propio y tuvo capacidad para pisar las inmediaciones del área che con asiduidad, hasta con Douvikas obligando al meta local a evitar el tercero. Atrás, el Celta agradeció la capacidad de controlador aéreo del sueco Starfelt, que reaparecía tras su lesión, y cerró los pasillos interiores para conducir al Valencia hacia las bandas. Por una vez, la querencia ofensiva de uno coincidía con la defensiva de otro.

Empezaron a llover los saques de esquina en contra con un Iván Villar bien entre palos pero inseguro en las salidas. Y comenzaron a proliferar los centros laterales sin demasiada puntería. Y cuando parecía que no pasaba nada, Carlos Domínguez estiró de más un codo y el vídeo arbitraje lo descubrió. Pepelu marcó el penalti y abrió la puerta a minutos de sufrimiento celeste, concretados con el balón que Swedberg sacó entre palos en otro córner.

Quedaba la segunda mitad y, cómo no, el Valencia apretó. Proliferaron esos balones al área celeste sin rematador y, a la hora de juego, Benítez cambió sus laterales por la amarilla de Kevin y el cansancio de Ristic. Llovió mucho, pero no caló y el Celta, poco a poco, recuperó la capacidad de pisar campo rival. En ese afán ayudó el empuje de Tapia nada más salir desde el banquillo. Dio pausa y calidad para un pequeño rondo con Luca en banda izquierda al que dio continuidad el estadounidense con un centro y convirtió en gol un Douvikas excelso. Le ganó la partida a Yarek y cabeceó con precisión. Era el minuto 79 y el conjunto local ya no tuvo arrestos para discutir más el partido. El bloque celeste pasa ronda y mañana estará en el sorteo de cuartos. Quién lo iba a decir.

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