Opinión

La vergüenza de Villar

Ayer me encontré con uno de los jugadores emblemáticos y más queridos del viejo Celta de mis recuerdos, y ambos nos hemos preguntado cómo es posible que la Federación Española de Fútbol tenga un presidente tan infame como el que tiene. Es un presidente que no sabe pronunciar el nombre del deporte que preside y que dice “furbol” en lugar de fútbol, pero si en este error intrascendente coincidieran todas las miserias de las que fuera capaz, estaríamos todos de enhorabuena. Desgraciadamente no es así, y este incalificable Ángel María Villar que lleva más de veinte años amarrado al cargo, ha desaparecido de la faz de la tierra en los momentos de conflicto más graves a las que se ha enfrentado el fútbol nacional en mucho tiempo. Un conflicto relacionado con la violencia acumulada en los estadios, los aspectos más siniestros de las hinchadas, el papel inconfesable que han desempeñado algunas directivas de clubes en este ámbito sombrío y truculento cuyas consecuencias se han traducido en drama y en un muerto. Villar se ha sumergido en un manto de silencio incomprensible durante las siguientes semanas a este trágico suceso, ha plantado a todas las instancias que el fútbol concita y que abogaban por reunirse en torno al presidente para alcanzar una solución consensuada que acabara de una vez por todas con esta violencia, no ha convocado ni siquiera una comparecencia de prensa ni ha emitido comunicado institucional alguno. Estaba al parecer presenciando el Mundialito de Marruecos y no consideró ni siquiera hacer una declaración institucional libre incluso de preguntas. No le pareció necesario que el suceso lo necesitara.
Ángel Villar es una vergüenza para nuestro fútbol y un sujeto al que hay que inhabilitar del modo que fuera preciso y con la ley en la mano, porque estoy convencido de que en los estatutos que rigen las federaciones existe la norma que regula la posibilidad del voto de censura o algún mecanismo por el estilo. Todo menos seguir soportando el ultraje que consiste en tener al mencionado individuo sentado en su poltrona.
Veinte años largos en un cargo dan para montarse un garito como el que Villar se ha montado y del que estoy convencido obtendrá muy pingues beneficios. Ahora lo que procede es desmontarle el chiringuito.

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