SOCIEDAD

La curiosa historia del moro Mizziam y sus visitas a Santiago

Ben Mizziam, Capitán General de Galicia.
photo_camera Ben Mizziam, Capitán General de Galicia.

En Galicia hubo dos moros muy conocidos: Mudarra, un converso, a quienes los Reyes Católicos nombraron nada menos que Cuadrillero Mayor de la Santa Hermandad, y sobre todo Ben Mizziam, a quien Franco nos mandó como Capitán General de Galicia, cuando esta dignidad militar era de facto la primera autoridad a todos los efectos de la región

Mizziam era musulmán sunita, riguroso en el rito y en el seguimiento del Coram, lo que dio lugar a divertidas situaciones. Por lo pronto, cada vez que, por cualquier motivo, visitaba Santiago de Compostela, las autoridades municipales tenían que tapar con flores todas las estatuas en las que se presenta a Santiago el Mayor bajo la advocación de "Matamoros", fama ganada con su milagrosa aparición en la batalla de Clavijo, lo que le deparó el patronazco del Arma de Caballería.
Además, la Ofrenda Nacional, el 25 de julio, la presentaba el capitán general del Departamento Marítimo en nombre de Franco, pese a que esta encomienda se reservaba siempre al del Ejército de Tierra.
Conocí a un profesional de hostelería que sirvió como camarero en Capitanía General, y me contó situaciones curiosas. Mizziam, como impone su religión, no consumía carne muerta, sino "matada". Pero como en La Coruña no existía ninguna carnicería bendecida por el Imán, él mismo, personalmente, bajaba a las cocinas a degollar los corderos.
En una ocasión sorprendió a los soldados a su servicio preparándose un cocido y montó en cólera. Los asombrados cristianos temblaban de miedo, dado lo violento de la situación. Pero la ira del moro se aplacó, pese a que ordenó que fueran retiradas de sus cocinas todos los utensilios contaminados por el animal impuro. Los sirvientes tuvieron que llevarse los perolos (y su preciosa carga) a un bar cercano (no iban a tirar el "jalufo", que es como los muslines llaman al cerdo), para dar cuenta posteriormente de sus manjares. Pero Mizziam tuvo y gesto propio de los militarotes que alivió el susto inicial.
Puesto a ello, quiso colaborar en el banquete de sus subordinados, y echando mano a la cartera sacó mil pesetas (de los años cincuenta) y les espetó: "Para el vino".En Capitanía se daban espectaculares cenas moriscas, conforme al rito musulmán. Los invitados tenían la obligación de dejar un donativo para los sirvientes. O sea, que salvo tener precaución con el cerdo, los soldados que servían al moro no lo pasaban tan mal.
Una prima mía estudió en Santiago con una de las hijas de Mizziam, y me cuenta que la moza se zampaba bocadillos de jamón con alegría. ¡Alá es grande! Por cierto, no sé si fue ésta, que una de las hijas del ilustre moro se casó con un oficial del Ejército español; pero cuando Mizziam regresó a Marruecos y se puso al servicio de Mohamed V y luego de Hassam II, y fue ministro del Ejército, dejó al marido sin esposa, llevándosela por las buenas (se dijo que fue un secuestro) a la desposada. Franco no dijo nada; pero Muñoz Grandes se consideró ofendido e incluso consideró que era una afrenta al Ejército español y, en consecuencia, casus belli. Pero la morita se quedó en Marruecos y el desolado esposo sin su hurí. Franco pensó que eran cosas del destino. 
La joven se había casado por la Iglesia y a escondidas con un capitán jurídico militar sobrino de Martín Artajo, ministro de Asuntos Exteriores. Mizzian invitó a la pareja a Tetuán. Cuando llegaron mandó expulsar al marido y secuestró a su hija a la que obligó a contraer matrimonio con un personaje de cierto relieve en la ciudad de Tánger.

Apadrinado por Alfonso XIII, fue un duro soldado en la Guerra Civil española

Este curioso personaje fue apadrinado por el mismísimo Alfonso XIII, admirado por su vocación militar y fue admitido en la Academia General, donde ingresó con 16 años. Era hijo de un cadí considerado entonces “un moro bueno”, es decir amigo de España. Fue un duro soldado en la guerra civil al frente de las tropas marroquíes. En no pocos pueblos andaluces se recuerda la fiereza y violencia de aquellos moros, de infinita crueldad, permitida por sus jefes, lo que no excluía la violación y otras barbaridades. 
Cierto no obstante, que cuando se descubría –generalmente gracias a los corresponsales de guerra extranjeros estas villanías-, los autores eran ejemplarmente fusilados delante de sus propias harkas unidades de musulmanes.
Curiosamente, en Beni Ensar, cerca de Melilla, en un suburbio de Nador, existe un museo dedicado a este personaje en la casa que le regaló Franco. A pesar de la brutalidad de este personaje el Reino de España envió una representación militar de rango superior a la inauguración de su museo, en cuyo acto se hizo referencia a sus acciones en la guerra civil contra la II República. El Consejo Supremo de Justicia Militar se dispuso a suprimir a Mizzian su pensión, en definitiva era el jefe de un ejército extranjero, Franco hizo que se le mantuviera. Fue jefe de su ejército y embajador de Marruecos en España y murió en un hospital de Madrid, en mayo de 1975.

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