Una decena de restos biológicos recogidos en el 'caso Déborah', sin identificación

Caso Déborah

Las muestras recogidas al cadáver de Déborah Fernández y en el escenario donde apareció el cuerpo confirmaron la participación de más de una persona

Publicado: 03 nov 2024 - 07:00 Actualizado: 03 nov 2024 - 17:17

Imagen de la cuerda hallada bajo el cadáver de Déborah. A la derecha, las ramas que cubrían su cuerpo.
Imagen de la cuerda hallada bajo el cadáver de Déborah. A la derecha, las ramas que cubrían su cuerpo.

Al despropósito de la investigación sobre la desaparición y muerte de la joven Déborah Fernández, cuyo cadáver apareció en una cuneta en 2002, también se añade la mala fortuna. Las negligencias, olvidos y pérdidas han sido irreparables, pero los análisis de un escenario sospechosamente artificial tampoco han podido ser concluyentes a la hora de identificar a las personas que participaron en este crimen, porque si algo demuestran la disparidad de muestras biológicas recogidas en aquella cuneta es que, al menos en la ocultación y traslado del cuerpo, hubo más de un colaborador.

Y, aunque para los investigadores, hay mucho más que las pruebas biológicas (hay que recordar que su utilización en España data de los años 80), para el Juzgado y la Fiscalía han resultado ser imprescindibles.

En su momento, fueron recogidas hasta diez muestras de ADN que fueron remitidas al Instituto de Toxicología y Ciencias Forenses de Madrid para su análisis, más allá del famoso ADN del semen hallado en el interior del cuerpo de la joven.

Además del mencionado, se recogieron otros dos procedentes de un preservativo junto al cuerpo y de un pañuelo. Corresponden a un varón, diferente al primero, sin identificar. También se recogió un extracto biológico de la cuerda de color verde aparecida bajo el cuerpo y de un pelo de la mano de la víctima. En un examen inicial en 2002, el examen forense concluyó que el resultado obtenido de los análisis sería compatible con una mezcla de restos celulares de la víctima y de una misma persona (la de la cuerda y el pelo). Más tarde, en la ampliación llevada a cabo con posterioridad a su reapertura, los peritos consideraron no concluyente este resultado.

Se analizaron además otras tres muestras de restos de sangre en hierbas y ramas que cubrían el cuerpo y con un resultado improbable respecto a la correspondencia con la víctima.

Tampoco hubo suerte con las fibras halladas en el pelo, que para la Policía eran una de las claves. Atendiendo a su hipótesis más probable, en los distintos atestados policiales, pero sobre todo el de 2010, el más completo hasta la fecha, dichas fibras, mezcla de algodón gris y azul, podrían corresponder al posible arma del crimen (una manta para la asfixia) o al instrumento para envolver el cuerpo y trasladarlo.

No hubo cotejo posible, al ser destruidas hace más de una década.

Con posterioridad, tras examinar la mandíbula se pudieron obtener restos biológicos, sin embargo, la muestra encontrada estaba en el límite de detección lo que impidió a los forenses determinar un perfil. También se encontró un resto de pelo en una uña, tras la exhumación, que apuntaba a la propia víctima.

El informe forense: “La falta de antecedentes de muerte súbita resta peso a esa hipótesis”

Los últimos cinco de años de investigación tras la reapertura de la causa, más que intentar agotar todas las vías posibles ha tenido un efecto contrario, generando dudas por parte del Juzgado y Fiscalía sobre planteamientos que hasta 2019 se habían dado por válidos.

Uno de ellos ha sido la muerte violenta. A pesar de que el resultado de la autopsia mantiene la causa como indeterminada al no poder descartar ni una muerte súbita ni una provocada, el informe forense remitido desde el Imelga de Santiago que consta en la causa sostiene que “el hecho de que en la familia de Déborah no se encuentren antecedentes familiares de muerte súbita resta peso a la hipótesis de una posible muerte súbita”. A mayores, los resultados del estudio del corazón de Déborah realizado por el Instituto Nacional de Toxicología concluyen que “no se identifican alteraciones morfológicas miocárdicas en el origen de las coronarias, válvulas o sistema de conducción, que puedan ser causa de muerte súbita”. El tercer aspecto, no menos importante, es el del propio escenario donde apareció el cadáver, un escenario criminal, según la Policía, en el que científicamente se confirma que el cuerpo fue desnudado después de muerto y oculto durante días en un lugar frío.

Otra cuestión que se ha puesto en duda es la hipótesis de la colocación postmortem del semen en el cuerpo de Déborah. Una opción que los distintos expertos a los que acudió la Policía consideran posible. El juzgado afirmaba que “no contamos con ningún indicio o dato objetivo que permita afirmar que efectivamente el semen se introdujo artificialmente”. Pero, según uno de los inspectores de la investigación, para qué desnudar un cuerpo si se deja la huella genética en él.

Lesiones en las “escasas” muestras de piel analizadas

Las muestras del cuerpo de Déborah que fueron remitidas en su momento al Instituto Toxicológico de Madrid reflejaban algunas lesiones, si bien el informe ya destacaba que dichas muestras eran “muy escasas, lo que limita la interpretación de los resultados”.

En dicho documento se incluye un hallazgo calificado de mínima entidad, en concreto “un infiltrado hemorrágico compatible con carácter vital”, traducido sería una contusión que fue analizada también en el informe realizado por el forense Aitor Curiel a petición de la familia, junto con otras contusiones que “si bien no son causa de la muerte, guardan relación con sus circunstancias”.

En el documento de Toxicología también se hacía referencia a la piel del muslo, donde se encuentran alteraciones que se consideran indicativas de presión mecánica durante la muerte aunque también añaden la desecación e incluso la deshidratación postmortem.

El cadáver no solo se encontró desnudo, sino desvestido y sin ningún objeto personal. Aunque Déborah salió de casa sin móvil, llaves o cartera, si llevaba consigo un reloj de pulsera, que, junto con su ropa y calzado nunca aparecieron.

Por su parte, en el examen forense realizado a los huesos que pudieron recogerse tras la exhumación no se encontraron signos de violencia. Los expertos destacaron el mal estado en el que se encontraban dichos huesos por el paso del tiempo, aunque sí se pudieron rescatar varias uñas.

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