El zorro y el león

Publicado: 18 abr 2015 - 04:41

La nueva cultural global que se plasma en las redes sociales busca ávidamente motivos con los que desafiarse mutuamente y los encuentra tanto en los grandes escenarios del universo político financiero como en los despropósitos más domésticos. Así que a la hora de largar un reclamo al que hincar el diente, apenas cabe hacer distingos entre Rodrigo Rato, al que un funcionario de la Agencia Tributaria ha sujetado de la nuca por cierto para hacerle entrar en el coche como en las películas, y ese joven y tierno estudiante de Medicina valenciano de tan sorprendente parecido con Buddy Holly y autor de un plato tan polémico como el ya conocido como león comegambas, cuyo auténtico significado lejos de la confusa interpretación ofrecida a día de hoy por su propio autor llorando a moco tendido ante las cámaras, habrá de aguardar a que el aprendiz de cocinero madure y sea capaz de conquistar la perspectiva temporal necesaria y confesar la verdad desnuda, hecho que ocurrirá cuando este muchacho sea catedrático de Anatomía Patológica en la facultad de La Laguna y el arte culinario se reduzca a la ingestión de píldoras energéticas de sabores inciertos. El caso es que el mundo en que vivimos no deje de sorprendernos.

Rodrigo Rato tiene tres imputaciones en firme y aún le queda una por recibir y no se hará esperar. La salida de Bankia a Bolsa maquillando los resultados de partida, las tarjetas opacas de la misma entidad, y ahora la sospecha creciente de que, una vez acogido a la amnistía fiscal para regularizar su situación con Hacienda, evadió capitales y blanqueó dinero por medio de empresas interpuestas e incluso cometió el delito de alzamiento de bienes para evitar que su patrimonio fuera intervenido para responder al proceloso caso del uso indebido de las mencionadas tarjetas. Aún le pasarán factura los seis millones de euros cobrados por asesoría externa siendo ya dirigente de Bankia. Todo un ejemplo.

Al otro lado de las alambradas está Alberto, su león, su patata medio cruda y sin pelar, sus melenas de pimientos, sus bigotes de azafrán y cuatro langostinos para darle al león el extraño pienso. Uno a un lado de la calle tan taimado y zorruno y el otro en la acera de enfrente, todo candor e inocencia.

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