Francisco Muro de Iscar
¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?
Para saber dónde queremos ir, hay que saber, primero, de dónde venimos. Decía Henry de Lubac que "la gran tentación de la sociedad actual es la amnesia". Esa es también la gran ventaja de los políticos en esta hora: todo se olvida en veinticuatro horas, un escándalo tapa al anterior, nadie recuerda nada. Hasta la memoria histórica que ha puesto en marcha este Gobierno siguiendo los pasos marcados por el expresidente Rodríguez Zapatero es una enorme trampa: sólo se recuerda, sólo cuenta, sólo importa, sólo se reescribe la mitad de la memoria. Y, por lo tanto, se falsifica la historia.
¿De dónde viene la democracia que tenemos y que nos ha permitido la mayor etapa pacífica de la historia? De una Transición modélica hecha de cesiones y pactos. ¿De dónde viene el PSOE, del sanchismo corrupto, del zapaterismo sectario o de una socialdemocracia que buscaba modernizar y abrir el país, ampliar y defender las libertades? ¿De dónde viene el Partido Popular: del franquismo o de quienes creyeron que el centro derecha moderado y liberal podía ser la solución para una España moderna y libre?
Hay cuestiones más recientes que parecen más fáciles de responder. Vox viene de una escisión del PP para buscar el protagonismo que se le negaba y extremar los postulados y de la nostalgia de otros tiempos y otras formas de hacer política. La izquierda extrema, Sumar y Unidas Podemos, vienen del comunismo, fracasado allí donde se ha implantado y responsable de millones de muertos y de dictaduras que acabaron con las libertades más básicas. Bildu viene de ETA y sigue sus postulados radicales. Y los independentistas de ERC y de Junts vienen del odio a España, del chantaje y de la imposición de sus postulados a todos los ciudadanos.
La amnesia y la burbuja en la que viven casi todos los políticos de cualquier signo los lleva a pensar que pueden hacer todo lo que quieran en nombre del pueblo, pero sin contar con los ciudadanos. La falta de escucha hace todo lo demás. La impunidad con la que actúan -no hay más que ver los casos recientes de corrupción y de abusos- les instala en un espacio difícil de investigar y penalizar. Cuando un partido se desconecta de su "mercado" -la sociedad, los ciudadanos- está muerto. Y me temo que eso es lo que sucede ahora en la mayoría de los casos. Priman los intereses de quienes controlan el partido sobre la voluntad de sus votantes o de sus simpatizantes. Es imprescindible que hagan una lectura de los signos de los tiempos. Los de hoy no tienen nada que ver con los de hace diez años. La desconexión de los políticos con los ciudadanos es inmensa y muchas veces es buscada. No les interesan los deseos de los ciudadanos, sino satisfacer los suyos y destruir al contrario. Ni siquiera están contando con ese nuevo mercado joven. No se trata de estar en TikTok para disfrazar lo que se es; se trata de saber cómo son los nuevos ciudadanos, qué buscan, en qué creen, qué necesitan y qué quieren. No se trata de ser un partido que gobierna o que aspira a hacerlo; se trata de ser un partido bueno o un partido malo, un partido al servicio de todos los ciudadanos o a beneficio de unos pocos.
La regeneración de la sociedad tiene que empezar por esa exigencia.
Falta un planteamiento político sólido en todos los partidos, salvo en los que quieren destruir lo que sostiene el Estado de Derecho, cada vez más debilitado. El objetivo de la política no puede ser otro que el bien común, la búsqueda, no desde la pérdida de lo que fuimos, sino de lo que podemos ser. El futuro no existe y no se espera, se trabaja y se construye. Pero, para saber adónde vamos, es imprescindible saber de dónde venimos. Y no engañarse ni engañar a todos.
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