Sueño de verano

Publicado: 13 ago 2025 - 02:00

La paradoja del fuego y el agua es, un agosto más, reflejo de la indiferencia. Los incendios centran interés como fruta de temporada que aparece y desaparece y los ríos sufren todo el año. La atención es para las llamas que consumen bosques y campos, y los informativos se nutren de imágenes de cielos ahumados y superficies cenicientas. Sin embargo, la realidad de los ríos invadidos es una catástrofe silenciosa que acontece todos los meses del año.

La sociedad española se muestra conmovida por los incendios, y es comprensible. Las imágenes de destrucción son impactantes y generan una respuesta emocional inmediata. Esta preocupación parece desvanecerse cuando el fuego se apaga, y la atención se vuelve hacia otros temas. Mientras tanto, los ríos siguen sufriendo el abandono y la negligencia, sin que se les preste la mirada de denuncia que se dedica a los incendios. Ellos son la columna vertebral de nuestros ecosistemas, y su salud es fundamental para la biodiversidad y el bienestar humano. Todo eso lo sabemos y también que hay competencias municipales, de las confederaciones hidrográficas y de las comunidades autónomas o de todos si están en la cuenca intercomunitaria. Una serie de categorías que uno duda tengan el unánime titular: mantener limpios y ver correr el caudal de ríos, arroyos y riachuelos.

Los sentidos nos dicen que la falta de mantenimiento y limpieza de los más de ocho mil cauces fluviales españoles es un problema crónico. La dejadez palpante es reflejo de la falta de conciencia sobre la importancia del agua que corre y su papel en el equilibrio del medio ambiente. Y no es una idea particular del concepto que tenga cada uno de lo que es un río limpio, el agua debe permitir ver el suelo y que corra, camine, pasee o repose. Es hora de que cambiemos nuestra perspectiva y demos prioridad a proteger los ríos. Las distintas administraciones y la ciudadanía deben abordar juntos este problema. No debemos seguir ignorándolo. Nos conmovemos por los incendios que ocurren de manera puntual y es necesario un cambio de mentalidad y una mayor conciencia sobre la importancia de proteger nuestros recursos naturales. En un sueño de verano alguien se revela y se pone a limpiar los ríos de cañas y maleza. El sol brilla sobre él, y el sudor cae sobre su rostro mientras trabaja. Pero no es solo un trabajo físico, es un viaje al pasado, un intento de recordar la niñez y los ríos en los que corría el agua. Recuerda los ríos cristalinos de su infancia, el sonido del agua golpeando las piedras, y el olor a humedad. Se siente llamado a restaurarles la vida y la pureza que tenían entonces. Lucha contra la naturaleza invasiva; pero no se rinde. Quiere recuperar la memoria del agua pasando sobre las piedras. Mientras trabaja, se ve observado por los habitantes del pueblo donde veranea. Al principio, lo ven como un loco, pero pronto su acción es una llamada a la conciencia y se unen comenzando a patrullar las aguas. Las poblaciones colindantes se enteran de la iniciativa y hacen suyo el movimiento. Cuando se despierta se conciencia de que han pasado los años y algo está cambiando. Sonríe al espejo y decide combatir los malos hábitos que hoy son firma de conducta. Se ve luchando por la vida y por la memoria del agua. Su rostro es reflejo de determinación y de esperanza en un futuro de cambio con la naturaleza.

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