Propósito de no exagerar

Publicado: 30 dic 2025 - 03:00

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Opinión. | Atlántico

No es una costumbre original, pero cuando llega un nuevo año hay un montón de ciudadanos que elaboran unas cuantas propuestas que pretenderán llevar a cabo en los doce meses siguientes. No lo he hecho jamás, que yo recuerde, pero nunca es tarde si el propósito es bueno, y este año me he propuesto no caer en tres exageraciones.

La primera, no analizar el discurso navideño del Rey, a no ser que declare la guerra a Francia, o exprese que está hasta los mismísimos de todos nosotros. Los discursos navideños son siempre, siempre, previsibles, adorablemente vulgares, dulcemente tópicos y obligatoriamente conciliadores. Cuando escucho, o leo, a algunos de mis colegas, hacer análisis profundos de lo que ha querido decir el Rey me quedo muy asombrado de mi escasa profundidad intelectual, y de la admirable perspicacia de tantos analistas, que rayan, casi, en los poderes adivinatorios. Pero como la admiración dura poco, enseguida me acuerdo de los kremlinólogos, cuando Rusia era una férrea dictadura comunista, y adivinar lo que iba a hacer el sátrapa de turno requería ese ánimo y optimismo, que sólo crecen en las democracias asentadas. Y no puedo evitar, al escuchar las interpretaciones, la imagen de un ciudadano, con una bola de billar en la mano izquierda, y una fina pinza depilatoria en la mano derecha, escrutar la superficie de la bola, en busca de un pelo o un poro sospechoso.

La segunda, no pronunciar, ni escribir, a no ser bajo amenaza de tortura, la distinción de géneros innecesaria. O sea, evitar el cansino "españoles y españolas, aragoneses y aragonesas, médicos y médicas, periodistas y periodistos, tontos contemporáneos y tontas contemporáneas* etcétera". Hace poco, en el Hotel Continental, de Madrid, me encontré con un académico de la RAE, y le pregunté su parecer sobre esta plaga, que ya ha llegado a los discursos políticos, y me contestó: "Como el adjetivo ya está admitido, puedo decir que me parece una gilipollez..". Y, tras una pausa, añadió: "...Una inmensa gilipollez". Me callaré la identidad, y que todas las cóleras feministas, caigan sólo sobre mí. La tercera, vigilar mi desagrado, y domeñarlo para que no sea demasiado evidente, cuando alguien -y, a veces, son personas a las que aprecio- utilice el término "lo siguiente" para evitar el uso adecuado de un superlativo, o -y esto ya me requiere un gran control- disimular cierta impasibilidad, cuando escuche lo de "como no podía ser de otra manera". Todo, absolutamente todo, en esta vida, puede ser de otra manera. Desde nacer hasta morir. Todo.

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