José Teo Andrés
Míster Puente a lo suyo
Sin discusión posible, este año que concluye ha sido nefasto desde el punto de vista de la moralidad, la ética y la estética políticas. Terminamos con un fiscal general inhabilitado; dos ex secretarios de Organización del PSOE inculpados -uno, aún en la cárcel, junto con su testaferro-; la mujer y el hermano del presidente, en apuros judiciales; el partido que nos gobierna, acosado desde varios frentes de corrupción y de mala conducta social. España ha perdido mucho de su peso internacional, el Gobierno se tambalea en una minoría cada día más patente, estamos sin Presupuestos ni atisbos de ellos. ¿Sigo?
La preocupación creciente en una parte de la ciudadanía acerca de qué va a ocurrir en el futuro, ante un 2026 que se nos presenta como un año de Cambio, sin que sepamos ni cuánto, ni cuándo, ni hacia dónde ocurrirá exactamente la mudanza, tampoco redunda en favor de la serenidad de los espíritus, por más que hayamos de admitir que la economía, al menos, va bastante bien. Pero son muchos los temas que nos hablan de desajustes y contradicciones que los buenos datos macroeconómicos no logran esclarecer.
Este es el contexto que enmarca el tradicional mensaje de Navidad, en la noche de este miércoles, del Rey Felipe VI. Tiene motivos el jefe del Estado para estar preocupado: la desintegración política, social, territorial e institucional es importante, y creo que el monarca no debe, en su mensaje navideño a los españoles, esconder esta realidad en palabras que poco o nada signifiquen. Es en momentos como el actual, en los que el Gobierno se halla en trances cuando menos complicados y la oposición no acaba de encontrar el tono adecuado, cuando la figura del Rey adquiere todo su significado.
Felipe VI ha pasado, qué duda cabe, días mejorables en cuanto a temas familiares y de la institución que encarna. Sin embargo, pese a los patentes errores que comete Juan Carlos I, el hombre que fue jefe del Estado durante cuarenta años y que obviamente no encuentra su sitio en la España de hoy, la institución monárquica se fortalece, dicen las encuestas, en su prestigio, lo mismo que la figura de los reyes y de la heredera de la Corona.
Ignoro, lógicamente, cómo va a encarar el Monarca, en la mágica noche navideña, toda esta compleja realidad que hoy vive el país, que sigue siendo la cuarta potencia de la Unión Europea y cuyos datos macroeconómicos deberían ser mejor aprovechados para un mayor equilibrio social. El hecho, por otro lado, de que el Gobierno de Pedro Sánchez se sustente, mejor o peor, en una serie de fuerzas políticas de signo claramente antimonárquico, tampoco hace más sencilla la redacción del mensaje. Un mensaje, entiendo, que tiene que recoger cabalmente lo que hay. Y lo que hay a muchos, simplemente, no nos gusta.
Año tras año, y en medio de oleajes políticos, económicos y sociales de diversas envergaduras -en este 2025 que afortunadamente se nos va este oleaje ha sido quizá más intenso- me convenzo más de la necesidad de que el jefe del Estado juegue un papel más relevante, y con ello no quiero decir ejecutivo, en la vida nacional. España, por sus peculiaridades territoriales, geográficas, económicas y sociales, necesita un arbitrio indiscutible, una figura por encima de la lucha partidista que se hace cada vez menos elegante, menos conciliadora, incluso diría más sucia. Y, si no, véase el ejemplo de las muy recientes elecciones extremeñas, de nuevo bajo la sombra de la ingobernabilidad o/y de la necesidad de hacer extraños compañeros de cama para gobernar.
Hay que remontar el vuelo, por ejemplo, permitiendo la segunda fuerza en las urnas que gobierne el más votado. Empeño inútil en la España del garrotazo y tentetieso. Y hoy sospecho que solamente la figura del Rey, preservado por la propia institución que él encarna, es capaz de sugerirlo, aunque no, desde luego, en su mensaje de Nochebuena, pero sí en privado a los líderes políticos: el Rey tiene derecho, y deber, de aconsejar, porque no puede privársele de su capacidad de pensar y de opinar. 2026 tiene que inaugurar la Era del Pacto, no consolidar la del Muro: ¿dirá algo de esto Felipe VI?v¿Serviría de algo que lo dijese?
Sería absurdo negarse a ver que hay sectores de la sociedad española, y no me refiero solamente a los ámbitos separatistas, que, dentro de unas horas, cuando se produzcan las tradicionales reacciones a lo que diga el Rey, se mostrarán reticentes, críticos y hasta hostiles. Tienen perfecto derecho a ello, como pienso que el Monarca tiene el deber de intentar, si no atraerse a esos sectores en una maniobra imposible, sí, al menos, hacer que se sientan integrados y contemplados por el Estado. Ha llegado la hora de hacer 'otra' política.
Difícil, muy difícil, el papel del Rey en este mensaje, que me parece que es el único en el año que no está del todo -del todo- supervisado por el Ejecutivo de Pedro Sánchez, a quien al menos hay que reconocer, contra lo que se dice, un esfuerzo por mantener una suficientemente adecuada convivencia con la Jefatura del Estado. Pero el mensaje del monarca no va dirigido al Gobierno, sino a nosotros, los españoles, los ciudadanos que construimos día a día, en ocasiones al margen de nuestros representantes que no nos representan, el presente y el futuro del país.
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