Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
Mira si tenemos ganas de lío los españoles que si no hay conflicto que llevarnos a la boca lo creamos de la nada y nos quedamos tan panchos. En las horas finales del año, la presentadora encargada de cantar las campanadas del reloj de la Puerta del Sol, una joven de 34 años llamada Lalachus, recreó un conflicto de esos que despiertan el arrebato polémico más empecinado aireando frente a la cámara una estampa del Sagrado Corazón de Jesús al que se le había sustituido el rostro por el de la vaquilla del programa Grand Prix de la misma cadena. La presentadora argumentó que siempre lleva su estampita de la vaquilla, y la mostró a cámara en la seguridad de que su exhibición levantaría ronchas. Los encargados de acompañar las uvas representando al Ente público tenían muy claro que había que pulsar algún resorte extra para dar la batalla a Pedroche y el vestido que le tocara ponerse esa noche, fuera cual fuera su advocación y mensaje. Y así lo hicieron. De hecho, se llevaron el pulso. Broncano y Lalachus ganaron por la mínima y le birlaron por primera vez en unos cuantos años la primacía a Tele5 marcando un millón y medio largo de telespectadores en el minuto mágico con el que acaba el año. Pedroche y sus lágrimas maternas, acompañada de un Chicote con el pelo teñido y la cara de palo hubieron de conformarse con la medalla de plata.
La exhibición de la tarjeta con la mordaz modificación de esa imagen de culto tenía que generar respuestas y las genero, despertando la reacción que ambos presentadores y el equipo de RTVE pretendía. Y a mí, que no soy particularmente religioso, tampoco me pareció bien ni me resultó aceptable. La televisión pública se paga con el dinero de todo y entre los colectivos que ha pagado esta machada abundan los colectivos de inspiración cristiana y también los que, como yo, abogamos por una televisión pública responsable, respetuosa y neutral al servicio de todos. Las televisiones privadas pueden optar por este tipo de efectos de resultado inmediato pero la pública no puede hacerlo sin lesionar la sensibilidad de muchos de sus pagadores. Por otra parte, y tras esta intempestiva imagen muchos de ellos se han borrado. Y un medio de comunicación, privado o público, debe evitar que sus clientes huyan sea cual sea su naturaleza. Digo yo, vaya…
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