Fernando Ramos
La manipulación política de la denuncia contra Suárez
Pues, mire, dilecta leyente, la propuesta de Donald Trump, de prohibir la entrada en EE.UU. de todos los musulmanes no es nada original; ya, de alguna manera, se viene practicando en Japón desde tiempo inmemorial, siendo el país del mundo que tiene un número mínimo de embajadas en países islámicos; y es que consideran los nipones que el Islam es una religión para mentes muy estrechas y se debe permanecer lejos de ella; que los musulmanes son fundamentalistas y que ni siquiera en la actual era de la globalización está dispuestos a flexibilizar sus leyes. Será por algo que Japón es la única nación que no da ciudadanía ni residencia permanente a los musulmanes y la mayoría de las empresas incluyen en sus políticas que solamente los no-musulmanes pueden solicitar un empleo, excepto que se trate de médicos, ingenieros o altos ejecutivos enviados por empresas extranjeras.
Su formación escolar hace hincapié en inculcar unos valores que consideran fundamentales, como los buenos modales, tolerancia, limpieza y respeto por las personas y la naturaleza, pero sobre todo a los niños se les enseña a ser independientes "de una manera organizada y cuidadosa". Los niños japoneses son los encargados de limpiar su propia escuela, de preparar la comida de la cafetería o de arreglar el jardín, pues para ellos la escuela no es sólo estudiar lo que viene en los libros, también es aprender a cuidar de si mismos y de su entorno, y desde luego no lo consideran como un castigo, por el contrario, lo consideran algo tan natural que ni se lo cuestionan, convirtiéndose así en miembros valiosos para la sociedad.
Todo esto puede ser más o menos creíble o considerar que forma parte de la propaganda de los políticos de ojos rasgados, pero la prueba de su civismo la dieron en el Mundial celebrado en Brasil el año pasado, recogiendo en bosas, que llevaban preparadas al efecto, los desechos de las gradas que habían ocupado.
La conclusión es que son los padres japoneses y los alumnos mayores predican con el ejemplo, siguiendo un "código de honor nacional" del que la educación es parte fundamental para preservarlo. Quizá por ello, Japón tiene los índices más bajos de criminalidad, la proporción de adultos jóvenes con estudios superiores de las más altas de entre los países de la OCDE y las ciudades más limpias, lo que se atribuye en gran parte a su sistema educativo. Tal vez este choque de civilizaciones explique que los japoneses no se sientan atraídos por el Islam y que tampoco hayan sufrido ningún atentado yihadista.
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