Dos certezas y una más en Vigo

Hay dos certezas: que hay que pagar impuestos, y cada vez más, y que el destino final de todos está en Pereiró. En Vigo hay que añadir una tercera: que más pronto que tarde llegará una sequía a la ciudad y el área metropolitana. Aunque las previsiones apuntan a un octubre seco, no creo que sea este año, gracias a un invierno y una primavera con fuertes precipitaciones que llenaron los embalses para el verano. Incluso ahora, Eiras se encuentra bastante por encima de la mitad de su capacidad: tendrían que pasar tres meses sin caer una gota para llegar a una situación complicada. Aunque no es imposible, no parece probable.

Pero antes o después va a pasar, porque los embalses de Galicia son muy pequeños. Fueron construidos para 200.000 habitantes y cuando las lluvias eran mucho más abundantes y una ciudad como Vigo podría recibir hasta 4.000 litros al año. Ahora no pasa de la mitad en el mejor de los casos, pero las presas de abastecimiento son las mismas en 2025 que en 1975. En Andalucía, en cambio, su tamaño es diez veces mayor, pensado para situaciones extremas. ¿Cuál es la solución? Parece fácil: construir una nueva o ampliar Eiras. Pero ninguna es fácil ni rápida por cuanto exige superar un muro de controles ambientales y administrativos y una oposición social en los municipios donde se realice la obra que sería enorme. En Fornelos o en Ponte Caldelas ya protestaron contra dicha actuación. Y no es sino el principio. Por tanto, se necesita fortaleza, convicción, argumentos, presupuestos y que sea un trabajo de Estado, validado por los principales partidos. Y aun así, complejo. Y eso no se ve ni de lejos, con el Muro de Doc PS como línea divisiva. Pero no hay otra alternativa: o se planifica y se hace o algún año va a haber una sequía que dejará a cientos de miles de personas sin agua. En 2017 estuvo cerca. Ahora, como el cartero, de nuevo llama a la puerta.