Las campanadas

Publicado: 02 ene 2025 - 03:00

Dicen las crónicas que la primera vez que los españoles se comieron doce uvas para celebrar la llegada del nuevo año fue en el de 1910 para dar salida a un excedente de vendimia que los cosecheros no sabían qué hace con él. La costumbre empezó mansa como suele ser habitual y acabó extendiéndose y consolidándose como los vikingos de Catoira, el San Fermín de Pamplona, la celebración de los títulos del Madrid en Cibeles o las Navidades de Vigo. Al principio serían cuatro empresarios vitivinícolas, y hoy las uvas se toman en todo el país, en comunidades españolas en el exterior e incluso en otras nacionalidades especialmente en Latinoamérica.

De natural pesimista sin embargo, ante el cariz que están tomando los acontecimientos, mucho me temo sin embargo que la tradición se ha empeñado en discurrir por rutas que no solo no le corresponden sino que se han propuesto encharcar el terreno de juego como decían que hacía las Real Sociedad en tiempos de Arconada. La trasmisión de las campanadas desde el reloj de la Puerta del Sol se ha constituido en una suerte de competición a cara de perro entre las distintas emisoras que se disputan los espacios, el tiempo y los televidentes y, como suele ocurrir cuando entran a jugar factores tan trascendentes como el todo por la pasta, lo han puesto todo perdido.

Ya no basta con el hecho infame de que a uno le pongan para el protocolo un puñado de uvas de mentira en un cuenco, sacadas de un bote que saben a rayos y tienen el tamaño de guisante, sino que está prácticamente obligado a participar en el combate por las audiencias en el que cada uno de los representantes de las televisiones en liza trata de rizar el rizo y escenificar un disparate más sonado que el del año anterior en franca porfía no solo con sus rivales en el share sino consigo mismo. Personalmente el protocolo del vestido de Cristina Pedroche me parece una bufonada en sí mismo y cada año me lo parece con mayor intensidad, En la última exhibición de la joven influencer, he sabido que el corpiño estaba integrado por cuarenta tetas confeccionadas por miles de lágrimas de leche materna extraída de su tiempo de maternidad y cristalizadas. Yo no entiendo nada de modas pero me temo que esto va a acabar mal como Broncano, que no se cayó de un tejado de milagro. Qué gusto daría si recuperáramos la cordura y nos dejáramos de excesos estúpidos.

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