El Brexit pasa factura

Publicado: 28 sep 2021 - 03:19 Actualizado: 27 sep 2021 - 20:19

Llegan noticias alarmantes del Reino Unido que abundan en el grave error cometido por el país al votar su salida de la Unión Europea. Algo debe tener este singular club económico, político y social cuando aquellos que a él pertenecen no acaban de determinar cuáles son sus ventajas y solo cuando lo abandonan se percatan sorprendidos de que es mucho mejor estar dentro que fuera. Como en muchos otros órdenes de la existencia, uno no se da cuenta de lo que deja hasta que lo deja.

Soy de los que piensa que la Gran Bretaña ha cometido uno de sus más graves errores históricos sometiendo a votación la ausencia o la permanencia, especialmente porque la opción que triunfó fue precisamente la de irse. Y si bien en un principio, los partidarios de la ruptura se sumieron en un disparatado regocijo al sentirse vencedores por sorpresa, el paso del tiempo ha demostrado que semejante resultado puede acabar en tragedia. Acabo de presenciar una pelea a puñetazos en una gasolinera de Inglaterra en la que la falta de suministros y la situación de aislamiento han generado una verdadera batalla campal para acceder al carburante. Según parece, las nuevas leyes impuestas por el Brexit han reducido el número de camioneros y, por tanto, han propiciado el desabastecimiento de las estaciones expendedoras de carburante, muchas de las cuales están clausurando sus instalaciones ante la imposibilidad de recibir la materia que sirven. No hay gasolina en las gasolineras y los conductores defienden sus puestos en los surtidores a estacazo limpio. La situación no es mejor en farmacias o en supermercados. El Reino Unido no tiene transportistas, se necesitan cien mil al menos para equilibrar el sector y mientras tanto, el Gobierno no ha tenido otro remedio que recurrir al racionamiento.

Supongo que es incluso lícito contemplar con un rictus de ironía una situación que muchos expertos no dudaron en augurar. Un disparate como el Brexit tenía que incidir cruelmente en la economía británica produciendo un cataclismo cuyos primeros síntomas se están manifestando claramente. Seguramente muchos británicos están hoy lamentando haberse comportado así, pero las opciones que quedan no son para sentirse ni levemente optimista. ¿Dónde está ahora Nigel Farange para resolver el entuerto?

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