Fernando Jáuregui
Por qué (en buena lógica) debe haber elecciones esta primavera
Acaba de iniciarse un nuevo año. Estamos entrando en el flamante 2026 que, con todo y que la situación es complicada, se presenta lleno de esperanza.
Es aquí donde deseamos reflexionar por algunos minutos.
Mucha gente -probablemente la mayoría- cree que por el simple hecho de que del calendario se arrancó la hoja del 31 de diciembre se produjo algo mágico que, sin condiciones, le abre las puertas a una vida mejor.
Mucha gente -probablemente la mayoría-cree que por el simple hecho de tragar las doce uvas al tiempo que el reloj de la Puerta del Sol de Madrid marcha la media noche ya sólo por eso se rompe un hechizo.
Craso error pensar que por el solo hecho de haber pasado del 31 de diciembre al 1 de enero ya sólo por eso la situación habrá de mejorar como por arte de magia.
Algo tan equivocado como creer que todo marchará mejor tan sólo por pasar del 17 al 18 de marzo.
¿Qué tiene el 31 de diciembre que no tengan el 23 de abril, el 5 de agosto o el 20 de octubre?
Superstición pura que nos hace caer en un fatalismo que nos ata de pies y manos.
Es necesario que dejemos a un lado absurdas creencias que carecen del más mínimo fundamento real y que actuemos con lógica.
Creer que todo irá mejor por el solo hecho de haber pasado del día de San Silvestre al de Año Nuevo es algo tan ingenuo como creer que un borracho empedernido o un pésimo estudiante experimentará un cambio espectacular como el que se produce cuando un hada con su varita mágica hace que un sapo de convierta en príncipe.
Es hora de que tomemos contacto con la realidad y que entendamos que las cosas no irán mejor si no ponemos de nuestra parte todo lo que sea posible.
De igual manera resulta ingenuo pensar que por el solo hecho de haber pasado de 2025 a 2026 habrá de mejorar la situación política y económica del país.
Tan deseada mejoría jamás llegará si quienes están en el poder insisten en gobernar de espaldas al pueblo y continúan haciendo gala de una terquedad fruto del sectarismo ideológico.
Pongamos un ejemplo: El grave problema de la vivienda que aqueja a gran parte de los españoles no se resolverá porque quedó atrás el Año Viejo y nos encontramos ya en el Año Nuevo.
El grave problema de la vivienda empezará a resolverse en el momento en que el gobierno le de garantías a la gente de dinero para que inviertan y, de ese modo, aumente el número de pisos en venta o alquiler.
En cambio, si se continúa viendo a los promotores de la construcción como si fuesen los villanos del drama y se tolera que los okupas queden impunes, la situación irá empeorando.
Resumiendo: El simple cambio de año nada resuelve si se mantienen las causas que generan problemas que a todos nos afectan.
Es hora de que las autoridades tomen conciencia de la realidad y de que los ciudadanos dejen a un lado su apatía exigiendo por la vía electoral reformas legales que hagan que la situación mejore.
Solamente así podremos decir que el Año Nuevo nos ofrece una nueva vida llena de esperanza.
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