El adiós de un campeón

Publicado: 23 mar 2025 - 00:30

Por razones que nunca he sabido interpretar en todo su contenido, el boxeo es una de las manifestaciones deportivas que más se recrea en la nostalgia, será porque la existencia de los boxeadores no suele ser sinónimo de felicidad y bonanza y en su parnaso convive el recuerdo de los grandes campeones a los que suele acompañar un largo rosario de situaciones de las que los periodistas solemos catalogar como “de gran contenido humano” pero que se empeñan en buscarle continuas ruinas a sus protagonistas. Los aficionados al noble arte –así lo llaman los muchos poetas que no han podido sustraerse al embrujo del cuadrilátero y han tomado la pluma para contar los combates asalto por asalto entre güisqui y güisqui- solemos preferir la belleza de las viejas peleas y la nobleza de los viejos campeones que el último de los enfrentamientos celebrados quizá porque, a qué negarlo, el boxeo se muere poco a poco superado y sepultado por manifestaciones deportivas de contacto actuales mucho más feroces, ante las cuales, un combate por el título mundial del peso welter parece una reunión de escolares jugando al corro de la patata.

Los que seguimos el boxeo en los antiguos tiempos seguimos fieles también a la magia de aquellas noches estelares en los que dos colosos con las manos acolchadas por guantes de crin se enfrentaban no solo a su rival sino a su destino en el firmamento de los dioses de calzón corto como pasó en Kinsasha en octubre del 74 cuando ese destino y un lugar en la Historia se encerraron entre las maromas junto a Muhammad Ali y George Foreman para dirimir quién era el rey universal del pugilismo. Ninguno de los grandes campeones está ya con nosotros porque primero se fue el vencedor –Ali estuvo prácticamente K.O media pelea pero consiguió conectar una contra prodigiosa casi al final que mando al tejano a la lona- y hace un par de días y a los 76, se ha marchado Foreman, un tipo que volvió al ring tras años de retirada y ganó su última pelea con 45. Uno de los más grandes.

Los viejos y buenos tiempos no vuelven como tampoco regresan los viejos campeones. El mundo está ya en otras cosas y el boxeo, para bien o para mal, importa muy poco.

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