Historia del Celta es ir de la catarsis al se veía venir

La parte celeste de los 20.302 espectadores de Balaídos vivió la euforia del gol de Zaragoza antes del vía crucis de la superioridad del Bolonia y su remontada

La grada de animación se caldeó desde antes del encuentro, con la actuación de artista urbano ‘Hard GZ’ detrás de la portería, justo antes de dar paso                                      a ‘Oliveira dos Cen Anos’ y al inicio del partido.
La grada de animación se caldeó desde antes del encuentro, con la actuación de artista urbano ‘Hard GZ’ detrás de la portería, justo antes de dar paso a ‘Oliveira dos Cen Anos’ y al inicio del partido. | JV Landín

Ser del Celta también es eso. Pasar de la euforia a la desazón en cuestión de tres días. En cuestión de pocos minutos. Porque la afición celeste no solo sintió este vaivén emocional desde el triunfo en el Bernabéu a la derrota europea de ayer en Balaídos. Lo vivió en el propio encuentro ante el Bolonia. Y es que el tanto tempranero de Bryan Zaragoza diluyó una inercia de partido que se manifestó inmediatamente para un desenlace temido y cumplido.

La animación es un paralelismo del fútbol. Antes de romper a sudar en el estadio, conviene calentar. Así lo hicieron los aficionados, que pusieron a punto las gargantas afinando las cuerdas y refrescándolas con zumo de cebada. Así, la previa dejó imágenes espectaculares. Incluso alguna bengala entró en escena para impulsar a los seguidores con clásico ‘la,la, la, la, la, la la… Celta Vigo’ pasando del agachaditos a los saltos comunales. Liturgia de estos tiempos.

Ya dentro de Balaídos, la fiesta no paraba: solo cambiaba de localización. El estadio se fue poblando hasta alcanzar los 20.302 que asistieron ayer. La lluvia fue la última en llegar, pero cuando apareció, ya no se fue más. Aún antes de comenzar, ‘Hard GZ’ puso en escena su música urbana combinada con folk. Rapeando desde la grada, como un aficionado más, en medio de un espectáculo de luces. El punto de ebullición estaba listo.

El artista urbano ‘Hard GZ’ ambientó la previa del choque con una actuación desde la grada

Para ese momento, ambos equipos saltaron al campo con ‘Oliveira dos Cen Anos’ desatándose en los altavoces. Por muchas veces que se viva, sigue siendo un espectáculo emocionante. Un punto de partida hacia la catarsis, que luego puede producirse o no.

Amagó con vivirse cuando Bryan Zaragoza empujó a la red el arrebato de Swedberg, decidido a mostrarle al malagueño la importancia de la producción numérica en este juego con sus dos goles en el Bernabéu y su asistencia de ayer. Para ese entonces no había lluvia que frenase a Balaídos, totalmente entregado en la animación tras la portería de Marcador, mientras la de Gol celebraba el tanto con los paraguas al aire.

Son esos momentos que deseas que no acaben nunca. La explosión de alegría de un gol, el abrazo con el desconocido de al lado, el grito incontenible. La felicidad era eso. Sí, lo era. Porque, a partir de ahí, la vida volvió a ser un valle de lágrimas.

La presión asfixiante del Bolonia pasó por todas las fases. Primero, compases de agobio. Ya pasarán. Luego, menudo despligue físico. A ese ritmo no aguantan todo el partido. Después, imposible salir del propio campo. Por dios, que acabe el primer tiempo. Pero el descanso no fue cuna de ningún cambio. Si acaso, sí de nombres, porque Hugo Álvarez entró por Zaragoza. Pero nada más. El equipo italiano tenía pilas para correr otros 45 minutos por muchas bajas o jugadores limitados por la gripe que tuviera.

Y la preocupación se convirtió en temor. Y el temor, en mal agurio. Y el mal augurio, en se veía venir. Lo que el VAR te dio con un gol anulado por fuera de juego, el VAR te lo quitó, al suprimir otra posición adelantada para validar el penalti que Javi Rodríguez cometió sobre Pobega. Gol de Bernardeschi, mientras la grada resoplaba un virgencita, virgencita, que me quede como estoy. “Si firmaba el empate con 1-0, imagínate ahora”, se comentaba en algún grupo de whatsapp de celtistas sufriendo más que un italiano con la pizza con piña. Pero no hubo piedad. Además, con un error de Aspas. Un mal trago definitivo para asumir la cruda realidad. Al fin y al cabo, estas cosas son historia del Celta.

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