La entrada de la Semana Santa es para muchos el calentamiento de sus vacaciones estivales y en Nigrán, ya sea primavera o verano, las quejas tanto de vecinos y visitantes se repiten año tras año exactamente por los mismos motivos. El jueves, primer día fuerte del periodo vacacional, las autocaravanas campaban a sus anchas en el aparcamiento del Campo das Redes en Panxón, superando claramente el espacio reservado para vehículos mixtos y algunos de ellos incluso con las ruedas sobre calzos. En este mismo espacio, un baño público evoca a los largometrajes ochenteros rodados en el barrio neoyorkino del Bronx. Accesos a las playas tragados por las dunas y rampas de cemento dañadas por el embate de las olas son aquí la carta de bienvenida al arenal referente de la comarca y uno de los más populares de Galicia junto al de Silgar en Sanxenxo.
Para consuelo de muchos, la basura todavía no se ha apoderado de los contenedores del municipio pese al aumento poblacional de estos días, y por el momento los trabajadores del servicio de recogida, en precario, los mantienen a raya como pueden sin poder evitar que estos lleguen al límite al final de cada jornada.
La situación hacia el interior no es más alentadora y zonas como el paseo fluvial del río Muíños se encuentran completamente descuidadas. Un panorama que motiva temas de conversación entre vecinos, pero también de partidos políticos que denuncian a través de las redes sociales la dejadez de las autoridades municipales. En este sentido hay que tener en cuenta que los temporales vividos hace ya tres meses causaron bastantes destrozos en el recorrido, no obstante durante todo este tiempo no se ha movido un solo dedo para poner solución a los problemas derivados del mal tiempo. A todo ello se suman los olores que emanan de la zona de la estación depuradora próxima a la pasarela del Camiño da Rosiña, junto a una escombrera ilegal, que cruza por debajo de la autopista y que actualmente se encuentra inutilizada. La fuerza del río se tragó su estructura metálica y los corrimientos de tierra desviaron el cauce que ahora discurre por encima de sus tablillas, llueva o haga sol, obligando a los paseantes a poner fin a su caminata. Pese a que esto no es nada nuevo, su estado de conservación nunca llegó a estar tan comprometido como en la actualidad porque hasta ahora, como mucho, los que se aventuraban a cruzar en invierno corrían el riesgo de patinar en el barro pero sin llegar a sumergirse en el agua. Fue inaugurada en 2015 por el alcalde de aquel entonces, Alberto Valverde, dos meses antes de las municipales de 2015, costó 200.000 euros y estaba dotada de iluminación estanca, cuyo funcionamiento fue más bien testimonial.
