SALUD

El buscador de la verdad

Una mujer practica la meditación.
photo_camera Una mujer practica la meditación.
Cuando en el anterior artículo señalé que en el largo plazo, el "buscador" que es sincero, reconoce por fin la parte de autoengaño contenida en su "verdad", empieza a conocerse mejor a sí mismo, y si en vez de quedarse sólo con su frustración y desengaño, regresa al punto de partida, puede que descubra el punto cero del Vacío Universal, de la auténtica ecuanimidad y Sabiduría que andaba buscando su ego. Si es así nunca más volverá a emprender otro camino, por la sencilla razón de que en el vacío no tiene existencia un ego buscador, pero si no es así, que es lo más corriente, puede que emprenda un nuevo camino, todo menos quedarse sin nada, en el vacío, en el punto cero. ¡He ahí su perdición de nuevo! Otra vez a explorar nuevos horizontes de ilusión, con la excusa de querer autorrealizarse o ser auténtico, o simplemente la necesidad de hacer algo, por y para sí mismo , y que además es legítimo y que cada uno es libre de hacer de su vida lo que quiera. 
Uno de los trabajos del psicólogo con sus clientes es precisamente darles una motivación, un ideal o una ilusión que les pueda satisfacer y hacer más agradable la vida. Pero el buscador de la Verdad, o su verdad, cree que no le hace falta el psicólogo, pues él cree estar en un camino más alto y hasta puede que lo esté, pero normalmente le falta recorrerlo hasta el final. Muchos son los que se inician, sea con las ideas que sean, incluso conociendo intelectualmente el principio y el final, pero les faltan los pasos intermedios. Muchas veces, más que tratar de realizar obsesivamente el fin que se busca, es el saber aplicar bien el método que se utiliza, para que el fin buscado surja de la maduración natural necesaria y por su propio peso; es decir, que hay que vivirlo, experimentarlo diariamente, por lo que es más importante el cómo lo haces, que el que intentas hacer. Es ahí donde tiene su función un guía cualificado, pues a medida que se evoluciona en el camino, el autoengaño del ego es cada vez más sutil y difícilmente observable por uno mismo. Esto hace que el iniciado sufra a veces más de la cuenta, por su terco individualismo, que él suele confundir con autenticidad, pero que sólo le lleva al estancamiento en su camino, en vez de evolucionar más en el mismo. 
El sutil autoengaño del ego subsiste, en mayor o menor medida, mientras no se ha experimentado y mantenido otra forma de vida interior, profundamente distinta de la habitual, y que sin embargo el observador normal no percibe la diferencia. Por eso se dice que sólo el místico conoce al místico. La grande y aparentemente invisible diferencia, radica en que el iluminado vive sin motivo alguno, mientras que la persona normal no sabe o no puede vivir sin él, por lo que está siempre atrapada por la ilusión de conseguir algo, pensando que cuando lo obtenga será feliz. Cuando una y otra vez el buscador de la Verdad comprueba que no es así, pues no le valen los "sustitutos", puede que llegue a ese punto cero del Vacío Universal y encuentre por fin la auténtica felicidad que busca, al comprender, profundamente, que es de este Vacío de la consciencia del que proviene todo. Por el contrario, la persona normal, por mucho que diga que también medita o que no medita, o que hace esto o lo otro...  siempre se volverá a algo más o menos parecido, e incluso lo peor que le puede pasar es que crea haber encontrado lo que busca y triunfe en ello, pues entonces se engreirá más en sí mismo, y quedará con más razón atrapado en ello más tiempo, y si no es así buscará de nuevo "algo" que sustituya a su anterior afán, encadenándose así indefinidamente a una búsqueda constante de algo que sólo existe en su propia mente.
El estado de conciencia vacío, no es lo que normalmente se entiende como tal, sino que es un estado de conciencia imposible de definir, porque en todo caso estaríamos definiendo un concepto, pero no el vacío en sí, vacío de pensamientos, de odio, de envidia, de maldad, de temores, de preocupaciones innecesarias… resulta un vacío muy querido y luminoso.

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