Argentina y Messi alcanzan la gloria

Los jugadores de la selección de Argentina celebran su triunfo en el Mundial de Qatar tras derrotar, ayer, a Francia.
photo_camera Los jugadores de la selección de Argentina celebran su triunfo en el Mundial de Qatar tras derrotar, ayer, a Francia.
La selección argentina se proclama campeona  mundial en Qatar al vencer a Francia en los penaltis tras un partido vibrante (3-3). El astro argentino marca dos goles y logra el gran título que le faltaba; gran actuación de Mbappé, que  anotó los tres goles de Francia

La historia del ‘Fídeo’ Di María con sus 64 minutos mágicos, los cambios en el cuarenta de Francia, el gol de Messi en la prórroga, el pie de ‘Dibu’ Martínez en el minuto 120, las tres penas máximas, la mano de Montiel, la ocasión fallada de Dybala y el último penalti de la tanda marcado, precisamente, por Montiel. Son aquellas pequeñas cosas a las que cantó Serrat, las hay que en la vida y, como parte de ella, también en el fútbol. Ayer en toda una final de un Mundial y que sirvieron para configurar una encuentro soñado, con tantos pequeños detalles, combinados con otros de grandes consecuencias, que permitieron disfrutar de una de las mejores finales de una Copa del Mundo, igual la mejor. Cuestión de gustos y, aquellas pequeñas cosas, favorecieron para el título de Argentina. 

 

 

“Aquellas pequeñas cosas, que te sonríen tristes y nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve”,  recoge la letra de Serrat, pero hablando del fútbol, las lágrimas son públicas y privadas, televisadas e íntimas, de alegría y de tristeza. Aparecen en el rostro de Leo Messi, en el de Di María en todas las televisiones del mundo y, por supuesto, en miles de hogares alrededor del mundo de cualquier aficionado argentino al fútbol. Esas son las lágrimas de alegría por aquellas pequeñas cosas, las mismas que llevan a las lágrimas de dolor de Tchouaméni, de los aficionados en la grada y, por supuesto, de millones de franceses en sus casas con el disgusto deportivo. Las lágrimas, en el deporte y, en una final de un Mundial, siempre aparecen por aquellas pequeñas cosas dentro de su grandeza porque, al fin y al cabo, la dimensión del fútbol es planetaria, magnífica, como también es cierto que, al fin y al cabo, es un deporte, un juego. 

La acumulación de ‘Aquellas pequeñas cosas’ vivida sobre el césped del estadio de Lusail, en Qatar, se estructuraron en tres episodios, como buena obra dramática. El primero, hasta casi el minuto setenta. El segundo, desde ese punto, hasta la tanda de penaltis y, el tercero, en esa suerte suprema que otorgó la Copa del Mundo a Argentina. 3-3 sobre el campo y 4-2 en la tanda de penaltis. 

El primer capítulo resultó completamente de color albiceleste. Dominado de principio a fin por Argentina, desde antes del partido, desde la motivación, desde la pizarra de Scaloni, desde la actitud y la aptitud de los futbolistas y, desde el césped, con Messi como líder espiritual, pero con el ‘Fídeo’ Di María como factor diferencial. Pegado a la banda dominó el partido tras apenas aparecer en las eliminatorias previas por lesión. Resultó una tortura para Francia, que perdió el centro del campo, sucumbió en cada duelo y, en las pocas veces que encontraba el balón, apenas inquietaba a los sudamericanos. Y, así, con dominio de Messi y sus compañeros llegó el primer gol en un penalti discutible provocado por Di Maria ante la inocencia de Dembelé. Lo transformó Messi para poner en ventaja a su equipo y obligar al oponente a dar un paso adelante.

Tenía que darlo. Sabía Francia que su deber era aparecer algo en ataque. El problema es que no sabía cómo hacerlo y, la primera aparición de Mbappé, tuvo como continuación unas malas decisiones de los franceses y, segundos después, estaban recogieron un nuevo balón en el fondo de la red. En la transición apareció Messi, pero también Julián Álvarez, Mac Allister, en dos ocasiones, y remató Di María. Poco después, todavía antes del descanso, Deschamps tenía que cambiar algo y optó por retirar a Giroud y Dembelé del campo. Podrían haber sido otros, pero le tocó a estos. Aunque, realmente, lo que cambió el enfrentamiento fue el hundimiento físico de Argentina, reflejado en la salida del campo de Di María. Duró hasta el minuto 64 y ese punto es el que inicia el segundo acto de la final. Y este, todo lo que sucedió a partir de ahí, compensó ver el partido, viajar a Qatar, pagar la suscripción de la televisión privada o regatear a la siesta. Los minutos finales de la segunda mitad y los de la prórroga fueron una sucesión de acontecimientos, de sucesos deportivos acompañados de sus consiguientes sentimientos. De la alegría a la tristeza, de la felicidad a la incredulidad, de la euforia al nerviosismo. Pasó de todo y, en casi todo, estaba Mbappé.

La estrella francesa anotó tres goles. Los dos primeros antes de la prórroga. Con Francia mejorada y con Argentina sufriendo tras perder el dominio del centro del campo, el galo prolongó un balón que se marchaba para poner en carrera a Kolo Muani. Ganó al central y penalti. Lo transformó Mbappé. Con más energía, Francia aceleró hacia el empate y lo encontró poco después porque su jugador estrella es de clase suprema. Tiró una pared de cabeza y, sin botar el balón, conectó una volea desde la frontal. Quedaban diez minutos y Argentina tiritando de miedo, resistió hasta la prórroga. 

Continuó el dominio francés hasta que Scaloni, sublime en el planteamiento inicial, lento en los cambios, movió a su equipo. Entraron Paredes y Lautaro y la Albiceleste recuperó la medular por unos minutos. Los suficientes para sumar tres llegadas y ver el gol de Messi tras una buena parada de Lloris. Francia parecía batida por segunda vez, pero tenía algo más de diez minutos y, sobre todo a Mbappé. Balón al área, disparo y mano de Montiel. El goleador no falló la pena máxima, pero sí lo hizo con el tiempo cumplido Kolo Muani o, mejor dicho, paró con el pie Dibu Martínez en una salida a la desesperada. En la última, cabeceó Lautaro Martínez fuera. 

Y todo eso, detalle tras detalle, acción tras acción, quedaron en la insignificancia del divertimento. La Copa del Mundo se resolvió en la tanda de penaltis. Marcaron Mbappé y Messi. El falló de Coman comenzó a decantar el título. Acertó Dybala y erró Tchouaméni. Paredes convirtió, también Muani y cerró el título Montiel. La última de ‘Aquellas pequeñas cosas’ que hacen que lloremos, de alegría o de tristeza. En la grada de Qatar o en la praza América de Vigo y, sin olvidar que, en el jolgorio efímero del fútbol, mañana hay que trabajar.

Argentina: 
Dibu Martínez; Molina (Montiel, m. 91), Romero, Otamendi, Tagliafico (Dybala, m. 120); De Paul (Paredes, m. 102), Enzo Fernández, Mac Allister (Pezzella, m. 116); Messi, Julián Álvarez (Lautaro, m. 102), Di María (Acuña, m. 64).

Francia: 
Lloris; Koundé, Varane (Konate, m. 113), Upamecano, Theo Hernández (Camavinga, m. 71); Tchouameni, Rabiot (Fofana, m. 86); Griezmann (Coman, m. 71); Dembele (Marcus Thuram, m. 41), Giroud (Kolo Mouani, m. 41), Mbappe.

Goles: 
1-0, m. 23: Messi, penalti; 2-0, m. 35: Di María; 2-1, m. 80: Mbappe, penalti; 2-2, m. 81: Mbappe; 3-2, m. 109: Messi; 3-3, m. 118: Mbappe, penalti. Penaltis: 0-1: Mbappe, gol; 1-1: Messi, gol; 1-1: Coman, para ‘Dibu’ Martínez; 2-1: Dybala, gol; 2-1: Tchouameni, fuera; 3-1: Paredes, gol; 3-2: Kolo Muani, gol; 4-2: Montiel, gol.

Árbitro: 
Szymon Marciniak (Polonia). Amonestó a Enzo Fernández, Acuña, Paredes, Montiel, ‘Dibu’ Martínez; Rabiot, Thuram y Giroud.

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