Una tripulación de grumetes en Baiona

Regata Monte Real Club de Yates de Baiona con +Deporte Atlántico. // Jorge Santomé
photo_camera La treintena de jóvenes que participó en la jornada de vela organizada por Atlántico y Monte Real Club de Yates de Baiona. // Jorge Santomé
Una treintena de niños disfrutó de una clase de vela ligera en la bahía de Baiona organizada por el Monte Real e impulsada por el programa +Deporte Atlántico

Dice el refrán que ningún mar en calma hizo experto a un marinero. Y seguramente sea así. Pero, lo cierto es que, como en cualquier faceta de la vida, conviene ir quemando etapas y subiendo escalón a escalón. Al menos, si es posible. Y en el caso de los jóvenes aprendices del Monte Real de Baiona sí lo es. Porque el club miñorano dispone de unas escuelas de verano ideales para que los pequeños se inicien en el arte de la navegación. Y ayer, en base a estas aulas del mar, llevó a cabo una actividad en la bahía con el impulso del programa +Deporte Atlántico que promulga este periódico. Una treintena de niños y niñas disfrutaron del sol, del mar y de los barcos.

 

 

Quizás no tanto de la brisa. Y es que Eolo se despertó ayer perezoso y prefirió quedarse en cama. “¿Quién se olvidó de contratar en viento.com?”, se escuchaba bromear desde los barcos. Pero incluso sin soplidos, los jóvenes marinos supieron manejarse para mover sus barcos de las clases Optimist, Láser y Ciclón. Antes, a partir de las 10:00 de la mañana, hubo que ponerlos a punto arreglando aparejo y preparando velas. Una vez todo listo, a la mar.

Por delante, tres horas de navegación en un paraje idílico, con los arenales baioneses a popa, Panxón a proa, Praia América como excepcional telón de fondo a babor y las Cíes a estribor. Los pequeños desarrollaban con libertad lo aprendido y se esforzaban por hacer avanzar sus embarcaciones pese a la falta de viento. Y es que el importante calor registrado ayer ahogaba cualquier soplido en la bahía.

Seguramente por ello, a varios pequeños no les importó forzar ligeramente el volcado de dos barcos. Un remojón para refrescarse, unas risas y también un aprendizaje más al demostrar pericia para darle la vuelta en medio del agua. Un par de maniobras y ale hop, adentro de nuevo. Por supuesto y por si acaso, con el chaleco salvavidas siempre bien ajustado. Problemas, los justos.

Mientras los jóvenes marineros se divertían por parejas en los Optimist y los Láser y en grupo a bordo de los Ciclón, varios monitores del Monte Real velaban por el correcto funcionamiento de la clase desde las zodiacs, que se desplazaban a máxima velocidad de un lado a otro de la bahía baionesa. Claro, al no necesitar viento…

La jornada concluyó con un regreso tranquilo a puerto y la operación inversa a la del inicio. Atracar, recoger velas y aparejo y apilar los barcos. La clase había terminado pero el amor por la navegación solo acababa de empezar.  A buen seguro que tras estas incursiones vendrán muchas más. Porque es cierto que el mar en calma no hace expertos a los marineros, pero sí que puede ser el primer paso para serlo.

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