La Eurocopa que se cerró ayer en Wembley era para el celtismo aquella a la que no fue Iago Aspas de forma inexplicable para muchos. Un entrenador excéltico, Luis Enrique Martínez, decidió que debía de ser víctkima de su relevo generacional y muestra de su apoyo a Álvaro Morata como goleador de esta selección. Mientras en el banquillo, el doctor Juan José García Cota, que ayer vivió su primera eliminación en semifinales en los 13 años que lleva con el combinado absoluto, volvía a ser testigo de una fase final.
Mientras Aspas veía los partidos desde el lugar de sus vacaciones acompañado de futbolitas o exfutbolista. Luis Enrique desplegaba su capacidad para generar un hábitat propio para u n grupo de futbolistas. Incluso le vino bien que el equipo empezase con dudas, con dos empates y con Álvaro Morata más cuestionado que nunca. Porque, a partor de ahí, todo fue crecer con rabia., La colectiva y las individuales del mentado Morata o de su otra apuesta más en el aire, el portero Unai Simón. Los dos, durante este xcampeonato, bajaron qal infierno y tocaron el cielo.
Un moañés de pretemporada
En Vigo, hasta pareció normal ver cómo Aspas se presentaba al arranque de la temnporada. Porque la buena marcha de la selección y su llegada hasta las semifinales habían acallado, en todas partes menos en los centros del celtismo, las criticas porque el moañés no estaba peleando por el título .
La cuestión es que Luis Enrique, una vez más, se ha salido con la suya. Ha llevado a la selección más lejos de lo que se esperaba y apenas ha tenido que enmendarse en la decisión de tirar de Marcos Llorente como lateral derecho. Su plan se ha cumplido: tiene un grupo joven que ha demostrado y se ha demostrado que puede estar con los mejores. Incluso, que por juego debe estarlo. Con Morata y sin Aspas. Pero, al menos, con la cuota de celtismo que representa, allá donde va, el doctor Cota.
