Cuestión de decidir el final

Carla Gómez acudió al set de Atlántico para repasar su salida del Guardés y la llegada al Cañiza.
photo_camera Carla Gómez acudió al set de Atlántico para repasar su salida del Guardés y la llegada al Cañiza.
Carla Gómez, de 33 años, regresó al balonmano en el Cañiza tras no ser renovada por el Guardés

Resistirse a la retirada es, en ocasiones, poder elegir el momento de hacerlo. Y, hasta el momento, la catalana asentada en A Guarda Carla Gómez no optó por pasar a la grada y, seis meses después de verse truncada su etapa en el Mecalia Atlético Guardés, regresa al balonmano en la tercera categoría, la División de Honor Plata, con la elástica del Oliveira & Faro Seaplast Cañiza. 

“Fabio Lima (entrenador), en verano, intentó varias veces que me fuera con ellos. Le dije que no, que nada de balonmano, pero hace dos semanas me llamó Isma Lago (director técnico), por si les podía echar una mano y dije que sí. Sin más, dije: vale", explica la pivote. Admite que fue “sin pensarlo mucho”. Y es que las ganas de jugar estaban ahí, latentes. 

 

 

Todo ello tras unos meses duros porque “no contaba con tener que dejarlo. Esperaba estar una temporada más en el Guardés y ya había dicho que, si no seguía, no me iba a ir a otro equipo. Por circunstancias, el cuerpo técnico y la directiva no contaron conmigo. Todo pasa por algo. Al principio, lo llevé mal, muy mal. Poco a poco, me fui haciendo a la idea”, describe Carla Gómez. Y, más allá del hecho de no contar con ella, encajó mal el tiempo y las formas. “En febrero, pregunté por mi futuro y me dijeron que no sabían, que estaba en manos de la entrenadora. Y la última semana de liga nos dijeron a unas cuántas que no seguíamos. Fue tarde porque tenía esa esperanza de continuar y llegó la comunicación. Después, sí que me llegaron un par de ofertas, pero no quería seguir lejos del Guardés. Estoy asentada aquí y, después de seis años, estaba en casa”, detalla Carla Gómez. 

Sobre su situación personal y el cambio de rumbo que dio su trayectoria, admite que “me costó muchas lágrimas. Lloré mucho tras la noticia de no seguir. Poco a poco, comencé a ver algún partido de Óscar, que es mi novio, y juega. Por mí, podía estar sin jugar, pero siempre queda algo ahí y, cuando me llamaron del Cañiza, dije sí. Al menos, si estos tres meses son mi final como jugadora, quitarme la espina que llevo dentro para terminar bien. Y, si llega el caso, decir: aquí lo dejo yo y se acabó. No que me obliguen a ello”. Un punto de rebeldía para escoger el final de una carrera ya larga y que en los últimos seis años, se instaló en la localidad del Baixo Miño. 

“Aunque no lo parezca, nací en Catalunya, pero en un pueblo más pequeño que A Guarda y siempre preferí un pueblo más que una ciudad para vivir. No lo conocía mucho, pero pronto me adapté. La primera temporada en el Guardés me costó porque siempre sucede así, pero al ser un pueblo tan pequeño, pasan dos días y la gente te habla como si fueras de toda la vida”, describe Carla Gómez. En ese día a día tan cercano, el conjunto de balonmano es una celebridad en la localidad, hasta el punto de que “eres conocida. Es una pasada cómo nos tratan, pero también nos exigen mucho porque están muy pendientes”. Es el microcosmos de A Guarda en el que las jugadoras de balonmano pasan del habitual anonimato de su deporte a ser pequeñas celebridades a la hora de ir a buscar el pan o caminar por el paseo marítimo. 

En el caso de Carla Gómez, se dio otra circunstancia para quedarse en A Guarda. “Además, me enamoré de un gallego y, entonces, ya me quiero quedar aquí sí o sí”, matiza. Por ello, sus planes estaban por seguir en el mismo equipo, pero cambiaron contra su voluntad. No obstante, ya abrió una nueva etapa en el Cañiza que tiene cuatro meses por delante y “no sé lo que haré después. El mercado de División de Honor es ahora, pero no lo sé. Si me llama alguien, no lo sé. No tengo planes, pero mi idea es seguir en Galicia, jugando o sin hacerlo”. Si opta por dejarlo de forma definitiva será por voluntad propia. Me quedan unos meses para disfrutar de un balonmano en División de Honor Plata que es “diferente, el cambio es muy grande. Estaba acostumbrada a jugar con gente físicamente fuerte y con más peso. Ahora son jugadoras más pequeñitas, pero tendré que adaptarme”, describe Carla Gómez. La llaman para aportar experiencia, defensa en el centro y “estoy encantada de volver a jugar”. 

Y es que la catalana se encuentra en ese momento siempre complicado del cambio de la vida deportiva a otra actividad laboral diferente. “Los sábados a la tarde no sabía qué hacer. Nunca los tuve libres. No quise ver partidos de División de Honor, pero al tener tiempo libre sí que empecé a ir al pabellón a ver al Guardés”, admite. En su caso, se encuentra “estudiando a distancia higiene bucodental”. Más formación porque en los últimos años ya había terminado el ciclo medio de auxiliar de enfermería. “No trabajé, pero sí que hice las prácticas en el San Xérome. Es necesario hacerlo porque el balonmano se acaba de un día para otro y no tienes nada. Y en mi caso fue así”, describe Carla Gómez. El futuro lejos de la pista está cerca, aunque desea escogerlo.

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