“Posverdad” y Cannabis

Un joven en el momento de encender un cigarro de cannabis.
photo_camera Un joven en el momento de encender un cigarro de cannabis.

El Diccionario Oxford ha introducido un nuevo neologismo como palabra del año. Se trata de la post-truth o posverdad, un híbrido bastante abstracto cuyo significado “denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”. La posverdad, por tanto, puede ser una mentira asumida como verdad, pero reforzada como creencia o como hecho compartido en una sociedad. "Donald Trump o el Brexit  son el máximo exponente de la política “posverdad”, (...) una confianza en afirmaciones que se “sienten verdad” pero no se apoyan en la realidad”. Otro ejemplo de ello y que ha generado muchos recelos: la lucha contra los bulos que siembran histriones rusos en las redes sociales y en medios de comunicación afines.
En el congreso Internacional sobre cannabis y sus derivados: salud, educación y ley que se ha celebrado en la localidad pontevedresa de Catoira el 24 y 25 de noviembre, ha quedado bien claro que la mayor parte de las noticias que se publican sobre el beneficio terapéutico del consumo de cannabis son un producto de la posverdad creada por la industria del cannabis que factura la nada desdeable cifra de 62.000 millones de dólares anuales en venta de semillas, fertilizantes y toda la parafernalia para su cultivo y consumo.
El cannabis es la sustancia ilícita más consumida por los adolescentes a nivel mundial. El último estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre comportamiento adolescente (Health Behaviour in School-aged Children) basado en un estudio realizado en 42 países, la mayoría europeos, sitúa a los adolescentes españoles entre los que consumen más cannabis. De hecho, según la Encuesta Estatal sobre Uso de Drogas en Estudiantes de Enseñanzas Secundarias, ESTUDES, del Plan Nacional Sobre Drogas, en el último año, en nuestro país se iniciaron en el cannabis 146.200 estudiantes de 14 a 18 años y, de ellos, 53.000 escolares hacen un consumo problemático. El informe indica también que el cannabis provocó la admisión a tratamiento por abuso o dependencia de drogas de casi 17.000 personas y advierte que los casos siguen aumentando. 
¿Por qué hemos llegado a este punto?
La industria del cannabis siempre ha utilizado como “cabeza de turco” a los movimientos procannabis y han usado el potencial terapéutico como “caballo de Troya” para inocular en la población (y en los políticos principalmente) la idea de que es una sustancia que “cura enfermedades”, desde la esclerosis múltiple, el cáncer, el glaucoma, epilepsia, los trastornos de conducta alimentaria, etc.; ¡en fin, la panacea farmacológica! Este mensaje a pesar de ser falso, a base de repetirlo muchas veces ha ido calando en una parte importante de la sociedad, principalmente en los más jóvenes que han visto como, una vez descubierto lo perjudicial que es el tabaco, han encontrado en el cannabis un buen sustituto y refugio (no debemos olvidar que cerca del 85% de los consumidores de cannabis también son fumadores de tabaco). Para estas personas, es evidente que una sustancia que “cura” tantas enfermedades no puede ser perjudicial, este es el mensaje que han ido inoculando en la población, principalmente en la última década, a través de Internet, ferias “comerciales”, foros de debate a los cuales se invitan a determinados “profesionales” pagados principalmente con los beneficios de esas empresas, a base de la venta de semillas y toda la parafernalia para su cultivo y consumo, ya han conseguido crear un estado de opinión donde solo represente las bondades de su consumo, pero nunca se hable del cáncer de pulmón que causa su consumo (recordemos que se inhala exactamente igual que el tabaco y en la mayor parte de las ocasiones se consume mezclado con el), los trastornos mentales en determinados tipos de consumidores, del deterioro cognitivo que causa su consumo (sobre todo si se comienza  a consumir en la adolescencia),  los problemas de memorización y aprendizaje, efectos a nivel psicomotor (por ejemplo en la conducción de vehículos), etc.
La representación mental (y social) que tiene una parte importante de la población sobre el cannabis se ha ido consolidando a  base  de esta postverdad creada a base de escuchar, leer y ver en múltiples ocasiones las “bondades” de su consumo. En España, el movimiento social en defensa del cannabis, lo forman asociaciones, profesionales y medios de comunicación que se encargan de dar a conocer argumentos y estrategias en pro de legalizar y legitimar socialmente su consumo, su defensa se ha sustentado en un entramado de argumentos, que tienen como función principal presentar los beneficios terapéuticos del cannabis y mostrar las incoherencias e incongruencias del sistema político que mantiene su prohibición. 
Las únicas aplicaciones terapéuticas demostradas de los cannabinoides (principios psicoactivos de la cannabis, principalmente THC, CBD y CBN) son para paliar (no curar) los vómitos y náuseas de las personas que se encuentran a tratamiento oncológico con radioterapia y quimioterapia, para aumentar el apetito en personas con SIDA y para paliar los espasmos musculares en personas con esclerosis múltiple. Pero nunca se les receta la vía fumada por ser la más dañina y posiblemente carcinógena, sino en aceites, pastillas y espráis. 

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