CELTA - SHAKHTAR

¿Y si no hubiera un mañana?

La grada de Río Bajo volvió a ser una de las más animadas durante el partido de ayer contra el Shakhtar Donetsk.
photo_camera La grada de Río Bajo volvió a ser una de las más animadas durante el partido de ayer contra el Shakhtar Donetsk.

La afición del Celta se volcó con su equipo cuando el gol del Shakhtar abrió la puerta de salida de Europa

Si no hubiera un mañana, los abrazos serían más tiernos y los besos más cálidos. Si no hubiera un mañana, el hoy lo sería todo. Si no hubiera un mañana, cada segundo alimentaría el alma. Si no hubiera un mañana, nos aferraríamos al presente con tanta fuerza como lo hizo ayer la afición celeste. Cuando marcó el Shakhtar y se abrió al fondo del pasillo la puerta de salida de la Liga Europa, reaccionó con la rabia de quien sí quiere un mañana y empujó a su equipo hacia el empate. No llegó y quizás no haya un mañana europeo en Balaídos. Por eso la afición se vació ayer sobre el Lagares.
La historia de mañana es el texto que hoy se escribe, pero cuesta apreciar su relevancia cuando la tinta todavía no ha impregnado el papel. Europa pasa por delante y hay quien no se para a apreciarla. El horario no ayuda, pero a la UEFA le preocupan más sus invitados que los aficionados que pagan su asiento, a los que no duda en mover de sitio para hacer hueco a los 'vips'. El Celta tampoco ayuda, con su rutina de notaría y su silencio de cementerio. Pero no faltan las bufandas de quienes más saborean el presente. 
Muchos llegaron sobre la hora y la alineación se cantó descafeinada, pero finalmente hubo más de 18.000 espectadores en la grada. Costó entrar en calor. La canción de Guidetti por aquí, la de Iago Aspas por allá, el grito al viento de la ocasión que no se culmina, el murmullo del pase fallado. La rutina de quien espera un futuro igual al presente, la pasión de quien aguarda el autobús en la parada, de quien ficha al llegar a la oficina, de quien come pero no saborea.
Y de repente marcó el Shakhtar. Un golpe directo al estómago, un derechazo que enciende las neuronas. ¿Y si no hubiera un mañana?, empieza a mascullar la grada. ¿Y si Europa acaba en Ucrania? ¿Y si hay que esperar otra década, con sus cinco años en Segunda y la añoranza de lo que fuimos? ¿Y si todavía podemos evitarlo? Y así, paso a paso, grito a grito, la afición va despertando. Y con ella se levanta el Celta en una segunda parte en la que equipo y afición volvieron a ser uno, fundidos en un abrazo eterno al que sólo le faltó el premio del empate. El camino de vuelta a casa no resultó sencillo, pero la emoción de lo vivido amortiguará el dolor de lo perdido.n

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