JORGE PENA. Primer español que acaba la Talisker Atlantic Challenge

"Al llegar a tierra tardé tres días en poder andar recto"

Jorge Pena contó ayer su aventura en el Club Marítimo de Canido.
photo_camera Jorge Pena contó ayer su aventura en el Club Marítimo de Canido.

Jorge Pena (A Coruña, 1964) se convirtió el pasado 11 de febrero en el primer español que termina con éxito la Talisker Whisky Atlantic Challenge, una de las pruebas de navegación más duras del mundo y que completó a remo y en solitario en 58 días, 18 horas y 49 minutos.

El regatista y arquitecto coruñés estuvo ayer en el Club Marítimo de Canido para contar su experiencia en la travesía oceánica que une los puertos de San Sebastián (La Gomera) y Nelson's Dockyard (Antigua y Barbuda), con un recorrido de 3.000 millas náuticas, unos 5.500 kilómetros. Pena inició la regata con su compañero Jesús de la Torre, que sufrió un golpe en la cabeza que lo obligó a abandonar a poco de tomar la salida. A partir de ahí, el coruñés tuvo que hacer frente a olas de ocho metros y vientos de 120 kilómetros por hora con un bote y dos remos.

¿Cómo se decidió a participar en una prueba tan dura?
La verdad es que el que tuvo la idea de inscribirse fue mi compañero, Jesús de la Torre. Él vio hace cuatro o cinco años que existía esta regata y dijo que la quería hacer. Empezó a entrenar con un amigo suyo, pero luego ese amigo se puso enfermo y como nos conocemos desde hace tiempo de navegar juntos, me fue liando a mí hasta que decidí hacerla con él.

¿No albergaba dudas teniendo en cuenta la severidad de la regata?
Sí. Tardé mucho en decidirme. De hecho, Jesús me lo dijo primero a mí, pero le contesté que me parecía una locura y, ahora que la he terminado, efectivamente pienso que es una locura. Pero me fui informando, seguí a otros participantes, conocí a algunos remeros y me fue entrando el gusanillo. Me pareció una aventura interesante, diferente por lo menos.

¿Qué diferencias ve con respecto a otras pruebas de navegación?
Aunque es una regata, hay claramente un grupo de gente que va a batir récords, sobre todo botes de cuatro remeros y botes de carbono, mucho más sofisticados, y luego estamos la inmensa mayoría, que vamos simplemente a cruzar el océano y llegar al otro lado. Entonces no existe tanto esa competitividad, hay una camaradería y es más una aventura que una regata en sí. Esa es la gracia que tiene y, para mí, que era un navegante a vela, el hecho de hacerla a remo era una experiencia totalmente diferente. Tienes que cambiar el chip de la velocidad porque en un bote de remos vas mucho más despacio.

¿Cómo era para usted un día normal durante la travesía?
Normal, normal, casi no hubo ningún día. Esta edición fue la más dura de todas las que se han celebrado desde que existe la regata porque el primer mes hubo muchas olas y viento, sin respiro. Además, al final me quedé solo y eso me desbarató los planes que teníamos de remar por turnos, dos horas cada uno. Al principio intenté remar por la noche, pero no veías venir las olas, te rompían encima y era peligroso, entonces decidí descansar por la noche y remar durante el día. Al amanecer ya me ponía hasta el mediodía, que era el momento de comunicar con la organización o con mi casa y aprovechaba para tomar la comida liofilizada. Eso me llevaba una hora. Después volvía a remar hasta las cuatro, paraba media hora para merendar y seguía hasta las nueve. Entonces preparaba la cena, caía reventado y dormía cuatro horas porque, aunque seguía en la cabina, el bote no se paraba de mover con las olas y no podía dormir más.

¿Cuántas horas remaba en total cada jornada?
Unas ocho o nueve, salvo los últimos días, que estuve remando prácticamente las 24 horas. Casi no comí ni dormí porque me avisaron de que venía otro temporal, con olas de seis metros o más y vientos de más de 75 nudos, y no quería que me cogiese llegando ya a tierra, a Antigua, que es una costa muy peliaguda porque no hay luces, es un acantilado. La entrada es muy difícil y no la conocía, así que para que no me cogiese eso estuve remando continuamente.

¿Cuál fue el momento más duro de la travesía?
Tengo muchos, pero quizás ese momento, a falta de tres días, en que me anuncian que vienen otra vez condiciones tan duras me estresó bastante. Porque además llegué de noche, son los últimos días y estás más corto de energía y de ánimos,  y era más complicado. Pero hubo noches de olas muy grandes que fueron también terroríficas.

¿En algún momento pensó en abandonar?
Desde que se bajó mi compañero, Jesús, durante el mes siguiente me lo planteaba todos los días, pero al final me iba marcando metas cortitas, iba siguiendo y conseguí llegar hasta el final.

Resultaría complicado tomar la decisión de continuar después del abandono de su compañero.
Sí. Fue difícil. El tiempo que tardaron en rescatarlo no llegó a un día entero, porque estábamos muy cerca de La Gomera y El Hierro, y ahí estuve dándole vueltas a la cabeza, pero yo me encontraba bien y era una pena dejarlo por todos los compromisos que habíamos adquirido con la Fundación CRIS contra el cáncer y por toda la gente que nos estaba apoyando.

¿Ha tardado mucho tiempo en recuperarse de esta aventura?
Lo más chocante es que tardé tres días en poder andar recto, porque se te mueve el suelo y no acertaba ni con las puertas. Eso lo había experimentado otras veces pero una o dos horas, no tres días. Lo que pasa es que fue tanto tiempo moviéndome tanto que tardé en poder caminar recto. Por lo demás, sigo teniendo algún problema en los dedos de las manos, que no las puedo cerrar bien, pero estoy haciendo unos ejercicios de recuperación y se va quedando en nada.

Además, adelgazó bastante, ¿pesa ya lo mismo que antes?
Adelgacé trece kilos, pero prácticamente los he recuperado ya porque llegué aquí en época de Carnaval, me he tomado ya tres o cuatro cocidos y con eso se recupera uno rápidamente (risas). n

Te puede interesar