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El espectáculo celeste debe continuar

El larguirucho Gareth Bale trata de conducir el balón ante la oposición de los más livianos Emre Mor y Jonny Castro.
photo_camera El larguirucho Gareth Bale trata de conducir el balón ante la oposición de los más livianos Emre Mor y Jonny Castro.

El fútbol es rácano en general y enormemente generoso en ocasiones puntuales. El paso del mero entretenimiento al disfrute es una línea que no siempre se traspasa. Ayer, el Celta lo hizo con creces. Cualquier aficionado que presenciase el partido lo disfrutó. Y esa parte esencial de espectáculo la puso el equipo vigués por calidad, por fe y por entrega. No ganó tres puntos, pero sí ganó muchas otras cosas.

Radoja y Roncaglia
Uno de los múltiples beneficios que dejó el partido de ayer fue el de recuperar para la causa a dos futbolistas de la plantilla celeste olvidados: Nemanja Radoja y Facundo Roncaglia. Fueron las novedades, sobre todo el segundo, de una alineación mediatizada por lo apretado del calendario. Los dos dieron la talla con suficiencia. Especialmente reseñable en el caso del defensor, que parecía apuntar hacia fuera y al que Unzué quiso dar peso. Respondió bien.

La defensa replegada
Los dos equipos pasaron por muchos minutos en los que tuvieron que defender replegados. Empezó el Celta cediendo más balón en la primera parte y esperando la mayoría de las veces en el centro del campo, sin presión elevada. El Real Madrid circulaba el balón pero no hacía daño. De hecho, el gol del empate llegó a la vieja usanza, en una transición. Y el equipo blanco sí presionaba arriba, obligando a los locales a buscar la segunda jugada utilizando para ello el juego de Maxi Gómez de espaldas, quizás el mejor partido del uruguayo en esta desagradable pero fundamental tarea. Y hasta se buscó el recurso del saque rápido de portería por parte de Rubén. El panorama cambió en la segunda parte, con un equipo vigués con las líneas más adelantadas y dificultando en extremo la salida de balón blanca.

Bale como ejemplo
El Real Madrid pasea demasiadas veces por Balaídos esa versión suya de novio feo pero con dinero. No enamora, pero tiene argumentos contundentes. Es, en bloque, un trasunto de Gareth Bale, un tipo de rostro puramente británico, de media melena recogida sin demasiado garbo, con escasos preciosismos en su fútbol pero con unas razones de peso para ser considerado uno de los mejores futbolistas. El galés se bastó para empatar el partido con dos apariciones acertadas, sin restarle el mérito de haber sido el principal argumento ofensivo de todo un Real Madrid. Porque su compañero en el ataque, Cristiano Ronaldo, vivió tiempos mejores que el de anoche en Balaídos, desacertado en casi todo lo que intentó y sin intentar demasiadas cosas. Pero, al igual que Bale fue efectivo, el conjunto blanco también. Se llevó un punto –casi tres– siendo inferior al rival.
La calidad y la inteligencia
El encuentro de anoche dejó contenta a la afición celeste con el rendimiento de la inmensa mayoría de sus futbolistas. Con Iago Aspas ejerciendo cada vez más y mejor de maestro de ceremonias –mueve al equipo, crea ocasiones, da pases decisivos y marca goles aunque ayer no lo hiciese–, se sumaron a su magisterio compañeros como Jonny –tuvo unos 30 minutos de segunda parte de un nivel estratosférico, aprovechando la dejadez blanca por su banda en ataque para sumarse arriba con acierto y valentía–, Daniel Wass –un ejemplo de sabiduría futbolística–, Roncaglia –el renacido–... Pero el pero lo puso Emre Mor. El turco-danés sigue siendo incapaz de demostrar cierta capacidad táctica para aprovechar sus innegables dotes y no crear más problemas de los que soluciona. Tiene calidad, no tiene inteligencia futbolística.

Clave al no expulsar a Keylor y al no pitar penalti sobre Aspas

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